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Los astros o cuerpos celestes del "mundo divino". Los seres se encuentran en la mentalidad de la Divinidad. El ser terreno y el celestial  383. En la existencia terrena este conocimiento o aceptación de la suprema identidad del ser vivo es más o menos desconocida y, como ya hemos dicho, sólo puede a lo máximo tener lugar como algo misterioso, si se exceptúa a los profetas que forman parte de una categoría de seres que, en mayor o menor grado, tienen o han tenido "destellos cósmicos" de los mundos superiores, es más, quizá haya habido seres concretos de este grupo que han tenido "conciencia cósmica" permanente. Con respecto a esto, pienso en "los redentores del mundo".
      La vida cotidiana de los mundos supremos de la espiral está, así pues, sostenida por una "conciencia cósmica" que es lo mismo que "el espíritu santo", que, a su vez, es lo mismo que las formaciones de pensamientos o los matices de conciencia que constituyen el supremo y más armónico compuesto químico-cósmico de energías básicas. Es la culminación del intelectualismo en sí, es decir, la culminación de la razón y del amor. Es la experimentación de una vida que el ser ha convertido en perfecta utilizando la inteligencia al máximo en pro de la manifestación de altruismo, y, en virtud de esta actitud divina, dicho ser sólo puede estar en la mentalidad de la propia Divinidad. Ha sometido al mundo. La sabiduría, los deseos, el poder y el amor de Dios se han convertido en su propia mentalidad. Liberado de las leyes de la fuerza de gravedad o de explosiones mortíferas, tanto fuera como dentro de sí mismo, pero con la materia obedeciendo a sus mínimos pensamientos, el ser se transforma aquí en una deslumbrante experiencia para él mismo y para otros.
      El astro celeste o mundo que ahora tiene como residencia se experimenta únicamente como una zona o esfera en la cual cada manifestación que no cumpla al cien por cien las leyes del amor es totalmente imposible. Del mismo modo que un ser físico orgánico, por ejemplo un hombre terreno, no puede continuar o vivir su vida física en una hoguera y, así pues, no puede vivir la misma vida en el Sol que en la Tierra, un ser de los reinos o esferas subyacentes de la espiral tampoco puede vivir la vida de estas esferas subyacentes en "los astros" o "cuerpos celestes" del "mundo divino". Dado que estos mundos supremos de la espiral no son de materia concentrada, son por sí mismos invisibles. Sus habitantes sólo notan su existencia o presencia como una esfera en que se cumplen las leyes mentales o las condiciones para las combinaciones o compuestos de materia que se necesitan para que esta materia pueda, precisamente, ser de una naturaleza tal que obedezca la voluntad y los pensamientos que constituyen las condiciones de vida de los seres que, liberados de la materia física, culminan en intelectualismo y amor. Los astros o mundos del segmento intelectual de la espiral no son, así pues, mundos visibles o concentrados y sólidos, tal como los astros de la esfera no intelectual de la espiral. Todos ellos son de índole mental. Y como "la supraconciencia" es el detalle mental más concentrado que existe, constituye así "el punto fijo" absoluto. Pero tanto la supraconciencia como los otros materiales mentales son aquí invisibles por sí mismos y sólo adquieren color, forma o detalles con la reacción de la materia a que da lugar el yo por medio de su deseo o apetito. Todo lo que es visible es, por consiguiente, una interacción entre "la supraconciencia" y la materia. Es, en realidad, lo mismo que tiene lugar en el mundo físico. Aquí la experimentación de la vida también es idéntica a una interacción entre "la supraconciencia" del individuo y la materia. Pero aquí el ser no tiene conciencia de sí mismo, no conoce su "supraconciencia". Por lo tanto, toda su actuación se basa en un grado abrumador en funciones automáticas, desplegadas o desarrolladas en lejanos periodos pasados en la esfera intelectual de otra espiral de la que no tiene ningún recuerdo debido a una memoria muy elemental. No es nada extraño que aquí esté totalmente ausente de sí mismo, que se crea idéntico a la materia, que crea que se mantiene o cae con ella. En realidad es un "feto" cósmico en pañales. Los organismos o cuerpos físicos y sólidos permanentes constituyen estos pañales. En la parte intelectual de la espiral el ser ha dejado atrás estos pañales. Aquí tiene conciencia de su propia identidad y se experimenta liberado de la materia. Aquí su vida se basa en muy alto grado en "funciones de conciencia diurna" despierta. Aquí su automatismo está latente.


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