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Una orientación con respecto a una interpretación de la esfera celestial  376. Como en los mundos celestiales nos encontramos en la residencia propia de los pensamientos, lo cual quiere decir que todos los detalles en estos mundos son los pensamientos o los despliegues de pensamiento de los seres, y que aquí no existe ninguna materia física concentrada por medio de la cual tienen primeramente que manifestarse para hacerse visibles, la vida de la conciencia de los seres actúa, por consiguiente, directamente sobre los sentidos de sus semejantes. Cuando el ser puede percibir o experimentar el despliegue de la conciencia de sus semejantes con sus propios cuerpos mentales, no necesita que se le "cuenten" los detalles de este despliegue por medio de pesadas palabras físicas en forma de "escritura" o "habla". Esta disposición, tan absolutamente necesaria para la zona en que reside el hombre terreno, forma parte aquí, en "el mundo divino", de un estadio evolutivo tan superado que, en relación con la manera natural y común de comunicación entre los seres en este mundo, es tan primitivo como el de los peces del mar en relación con las conversaciones de los seres humanos terrenos y las posibilidades de comprensión relacionadas con ellas. Quizá pueda decirse de manera simbólica que para el hombre terreno, tener que describir las posibilidades de comunicación mutua entre los habitantes del "mundo divino", es una tarea igual de difícil que explicarles a los peces la facultad de comunicación o el talento para escribir o hablar de los seres humanos. Entonces los lectores tienen que comprender que la explicación de los mundos celestiales que he comenzado aquí es extremadamente elemental y no puede de ningún modo ser una expresión satisfactoria del resplandor celestial de la perfección y del amor con que estos mundos en realidad cubren con su sombra todo el universo. Aquí sólo puedo explicar realidades que son una consecuencia directa de la dirección que sigue la evolución que tiene lugar en las zonas terrenas. Alejarme de esto significaría solamente que trato realidades de las que aquí en la Tierra sólo encontraría una confirmación muy débil, tan débil que a base de ellas no podría construir ninguna argumentación de un carácter tan dominante como el que es necesario para convencer al hombre terreno. Mi relato sería, de este modo, de una naturaleza tan altamente cósmica que no podría de ninguna manera ser comprendido por este ser y, por consiguiente, sería imposible enseñarle como ciencia. Mi relato existiría solamente como una hermosa pero, aparentemente, irreal aventura que sería el fundamento de una nueva religión basada en la fe.
      Pero el tiempo en que los seres tienen que vivir de la fe ha terminado. Ahora su liberación sólo puede basarse en un conocimiento absoluto. Y debido a esto, me veo precisado a limitar mi relato sobre los mundos celestiales a los campos que pueden demostrarse como una consecuencia directa y matemática de la existencia del hombre terreno, de su vida e historia de hoy. Por ello, lo que ya he dicho y lo que diré sobre estos mundos en la continuación de "Livets Bog" sólo son cosas que pueden demostrarse como eslabones inalterables y matemáticos del ciclo eterno del universo por medio de las experiencias de los propios seres humanos. Y de acuerdo con esto, continuaré con mi bosquejo de la comunicación mutua entre los seres en el quinto reino de la espiral o más elevada esfera celestial.


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