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Si la superioridad de conciencia que se deja sentir en el reino de la sabiduría se dejase sentir en la zona del hombre terreno. No es extraño que el camino que conduce fuera de la zona de las materias pesadas sólo pase por el desarrollo del amor al prójimo  365. En "el reino de la sabiduría" y en el reino sucesivo la materia es, por consiguiente, de una consistencia tal que toma forma según la concentración de deseos o apetitos de los seres. Por lo tanto, se comprende lo perfecto que es que la energía mortífera sea tan poco prominente aquí, y que los seres del mundo físico tengan que aprender a pensar de una manera perfecta, para que este pensamiento perfecto pueda transformarse en una función automática o "conocimiento-C", antes de que los seres sean moradores de estos mundos celestiales. Imagínense si el mismo poder o la misma superioridad de la conciencia sobre la materia, que aquí dirige, también se impusiese en el reino animal o en la zona en que el hombre terreno tiene su residencia. Imagínense qué disposición tan divina es el que los hijos del odio y del egoísmo estén ubicados en esta zona en que la materia sólo indirectamente, y muy de mala gana y difícilmente, puede ser transformada por los pensamientos del individuo. Imagínense lo bueno que es que los pensamientos mortíferos en gran medida tengan primero que trabajarse en piedra y acero antes de que hagan blanco en la carne y la sangre, y que toda la actuación de los seres, tanto en las nubes y el agua como por tierra esté condicionada por una presión atmosférica. No es extraño que el ser aquí tenga que "ganar el pan con el sudor de su frente". El ser percibe esto como una "maldición", pero en el plan divino del universo es una bendición. Imagínense si el ser que odia, mata y se adora a sí mismo no se encontrase en estas materias sólidas, sino bajo unas formas de vida más libres en las que la materia obedece directamente al pensamiento del mismo modo que en "el reino de la sabiduría", ¿Qué sucedería entonces? Todo el repertorio de malos deseos contra un enemigo a que da lugar el odio podría desplegarse simplemente por una concentración de pensamientos. El vengador con una concentración de pensamientos superior podría imponerle a un enemigo inferior todo el resultado del ingenio con que ha refinado su odio. Por ejemplo, podría obligar al adversario a vivir una vida con lepra, hacer que su rostro estuviese permanentemente desfigurado, destruir su organismo todas las veces que se materializase o se hiciese visible. En fin, todas las malas tramas que un vengador refinado puede pensar o inventar contra un enemigo pero que no es posible manifestar de manera práctica aquí, en el mundo terreno, debido a la resistencia de la materia, serían posibles si, precisamente, esta resistencia no existiese.
      Todo lo que, en resumidas cuentas, se pudiera pensar de brutalidad y mutilación se le podría, así pues, causar al enemigo inferior sin ninguna disposición física en absoluto, sino al contrario exclusivamente con la fuerza del propio pensamiento. Y la zona física de residencia sería de una naturaleza tan inmensamente oscura y triste que la actual danza de muerte por los campos de batalla terrenos, en medio de explosiones de bombas, ametralladoras, horror producido por las granadas, gritos desgarradores y estertor de muerte de heridos y mutilados sería una experiencia paradisíaca enormemente codiciada junto al estado mencionado.
      No es extraño que el camino que conduce fuera de la pesada zona de las materias sólo pase por el desarrollo del amor al prójimo. Mientras el ser sea peligroso para lo que lo rodea, tiene que soportar la carga de las pesadas materias. Las materias sólidas son la camisa de fuerza de la vida. Cuando el ser se convierte en altruista "la camisa de fuerza" se abre, el ser es liberado y la materia obedece agradable y directamente, y la verdadera vida le comienza a abrir sus puertas al maravillado hijo de Dios.


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