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El reino humano y las energías básicas. El recuerdo del verdadero hombre. La materialización y la dematerialización  361. Pero el ritmo de las energías básicas continúa ininterrumpidamente en la "espiral" y hace avanzar poco a poco al ser hacia delante de una manera casi imperceptible, y "el animal" se transforma lentamente en un ser totalmente distinto. Este nuevo ser es "el hombre verdadero".
      Con la culminación de "la energía del peso" en el segundo segmento de "la espiral" comienza para el ser el estado que llamamos "el hombre terreno". Pero este ser no es ningún "hombre" totalmente desarrollado. Todavía hace en muy alto grado uso de la energía explosiva, tanto con el cerebro como con las manos. Tras sus huellas hay sangre y fuego. El genio del asesinato se atiborra y bebe y se reproduce a la manera del "tigre" y el "cerdo". En sus ojos hay el brillo de la fiera, en la atmósfera a su alrededor gritos de socorro y estertores de muerte. Es un verdadero hijo "terreno". Por consiguiente, el reino que ahora vamos a ver "no es de este mundo". Pero su atmósfera ha comenzado a cubrir con su sombra la zona. El genio del asesinato degenera. Tras la culminación de "la energía del peso", "la energía del sentimiento" y "la energía de la inteligencia" crecen de modo que la energía mortífera es cada vez más latente. La violencia de las explosiones decrece fuertemente. Estas explosiones pierden gradualmente su naturaleza mortífera. La reacción entre las energías adquiere un carácter sosegado. El ser animal experimenta este sosegamiento como "paz". Y con la entrada de esta "paz" en la conciencia, comienza un nuevo reino a encarnarse en carne y sangre terrena. Y con la creciente armonía entre "la energía del peso", "la energía del sentimiento" y "la energía de la inteligencia", "la paz" se transforma en "amor". Y sobre las ruinas de la genialidad en el arte de asesinar surge "un nuevo cielo" y "una nueva Tierra en la que vive la justicia". Un reino que no es de este mundo brilla y centellea sobre los continentes terrenos. La administración de los bienes puramente materiales habrá pasado desde hace mucho tiempo a "conocimiento-C". El ser hará el bien que deseará hacer y no hará el mal que no deseará hacer. Esta naturaleza se habrá convertido desde hace mucho tiempo en una función automática del ser. El amor es aquí absoluto y algo natural. Y con esta armonía de la conciencia con las leyes de la vida comienza una nueva energía a hacer su entrada en la conciencia. Esta energía es "la energía de la intuición". Como esta energía constituye el más fino material de conciencia que existe, forma "la sustancia" de la que se crean los más altos materiales de ideas que existen en la vida. En verdad que se trata de material de la conciencia de la Divinidad misma. Por esto a esta energía se la puede también considerar idéntica al "espíritu santo". Allí donde "la intuición" tiene acceso a la conciencia del ser lleno de amor, éste experimenta la Divinidad. El ser se convierte en "uno con el Padre". Se eleva hasta el punto de observación de la propia Divinidad. Ve a través del universo sin impedimentos, a través de tiempos y distancias. El reino de Dios está desplegado ante sus maravillados ojos.
      Pero esta experiencia tan inmensa no puede dejar de influir en el ser. Éste comienza a copiar "el reino de Dios". Comienza a crear "a imagen y semejanza de Dios". El antiguo genio del asesinato se ha convertido en artista de la interpretación del humanitarismo y la simpatía. Se ha convertido en genio del amor.
      El verdadero hombre se distingue, por consiguiente, del hombre terreno o animal, que es especialista en mutilación o creación de desgracias, por el hecho de que es especialista en humanitarismo o manifestaciones de amor. Mientras tras las huellas del primer ser hay muerte y destrucción, florece la vida por los lugares por donde ha pasado el verdadero hombre. Sobre los seres de amor descansa el resplandor.
      Con respecto al estado puramente físico del hombre verdadero, tal como muestra la imagen, éste todavía domina bastante. El hombre verdadero todavía tiene que comer y beber, pero su alimento, contrariamente al de los animales y del hombre primitivo que principalmente consiste en la carne y la sangre de otros animales, es carne de plantas, es decir, la sustancia que se encuentra alrededor de los huesos y pepitas de los seres vegetales. Esta sustancia consta principalmente de unidades de vida o microindividuos que pueden pasar vivos a la carne y la sangre del hombre y, de este modo, seguir evolucionando sin ninguna forma en absoluto de sufrimiento. Esta sustancia diverge, por consiguiente, de la carne y de las sustancias alimenticias toscas por el hecho de que en todas ellas hay una cantidad inmensa de microindividuos que no pueden ser absorbidos como alimento por la carne y la sangre del hombre. Estos microindividuos son así matados por medio de la digestión. Y el conjunto de sus cadáveres forma lo que llamamos "materias fecales".
      Como en el alimento tosco sólo hay un tanto por ciento relativamente pequeño de microindividuos que pueden ser absorbidos por la sangre como alimento, el resto de la masa de alimento ingerido se convierte simplemente en relleno. Y los órganos digestivos del ser primitivo se fundan en el hecho de que tiene que haber sitio para este relleno. Este ser divergirá, por lo tanto, del verdadero hombre en que tiene un organismo más robusto y corpulento que éste.
      Dado que el alimento de este último ser es, por así decirlo, alimento al cien por cien, su organismo se ha ido gradualmente alejando del hecho de tener que tratar relleno. Y liberado de esta carga, su organismo es, naturalmente, de un carácter mucho más delicado y más refinado que el del hombre terreno. Su estómago y los demás órganos digestivos han reducido su volumen y su cuerpo es más esbelto.
      Cuando a esto se le añade que la transformación de los polos, es decir, el paso de los seres de "la sexualidad animal" a "la sexualidad humana", que a su vez equivale a que lo más hermoso de la naturaleza mental femenina de la mujer y de la naturaleza mental masculina del hombre y de las líneas físicas de ambos se une en una combinación divina en un ser; el organismo del hombre verdadero se convierte, así pues, en la mismísima culminación de la belleza y de la perfección a que se puede llegar en la creación de organismos o instrumentos físicos para una manifestación intelectual.
      No teniendo jamás que trabajar con relleno, ingiriendo siempre alimento al cien por cien, un ser así se ha liberado de la pesada carga a que el animal primitivo y el hombre terreno están atados, y que en tan gran medida es el fundamento del apego a las cosas materiales y del estado de enfermedad de este ser.
      Pero al mismo tiempo que el verdadero hombre ingiere cada vez más el alimento verdadero, con lo cual la alimentación puramente física disminuye, aumenta otra fuente de energía en este individuo, a saber, el alimento por medio de la respiración. De hecho, el verdadero hombre vivirá en último término sólo de aire. Su organismo físico será finalmente tan sutil que, desde el punto de vista de la alimentación, podrá mantenerse únicamente en virtud de la función respiratoria. Y este ser se acerca aquí al estadio en que literalmente es un ser "etéreo". De este modo se puede comprender que, con el cese de la alimentación grosera, el estado puramente físico terreno del ser es de una naturaleza totalmente distinta y mucho más hermosa y menos física que la que ahora se conoce. A esto hay que agregar que la dependencia de este ser de las leyes de los mamíferos, con respecto al nacimiento y a la composición del cuerpo, hace tiempo que ha cesado, dado que su cuerpo físico, como más tarde veremos, se construye y se mantiene unido por medio de la concentración de pensamientos. Es decir, por medio de una relevante facultad de materialización y dematerialización que le permite al ser crear su cuerpo físico del excedente de "fluido mental" o "fragancia espiritual" de otros seres, con lo cual el proceso de reproducción o renacimiento se convierte en una especie de encarnación en estas "materias mentales". Por medio de las fuerzas de los núcleos de talentos para la creación de los cuerpos de los seres encarnados, dichas "fuerzas mentales" se concentran de una manera física tan intencionada y de una naturaleza tal que se convierten en un organismo físico para el ser.
      Como el organismo del verdadero hombre existe, de este modo, como "fluido mental" condensado, y esta condensación sólo es mantenida por medio de una concentración de pensamientos, puede así mismo disolverse con una concentración de pensamientos. Y la manifestación física visible de este ser depende así exclusivamente de un acto de voluntad. Con otras palabras, la aventura que trata de hacerse "invisible" se ha convertido en realidad. Sin embargo, hay que añadir que el enorme dominio de la materia que tiene este ser, con lo cual él mismo se ha liberado de modo correspondiente de ella, por lo que respecta al verdadero hombre, se encuentra, sin embargo, en su incipiente comienzo y sólo alcanza su culminación en el quinto reino de la espiral. Lo que en la sociedad humana terrena ahora se conoce con el concepto "materialización" y "dematerialización" es el comienzo del desarrollo de este modo de encarnarse.


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