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La primera fuente de fuerza del yo. La energía del instinto y el reino vegetal  350. La primera energía básica es, como ya hemos mencionado, "la energía del instinto". Como se desprende del apartado 225 de "Livets Bog", es esta energía la que tiene el papel dirigente en "el reino vegetal". En dicho libro está representada con el color rojo.
      Para los seres humanos, por regla general, la palabra "instinto" sólo cubre en realidad una propiedad de la conciencia. Esta propiedad consiste en la facultad de "percibir vagamente". Pero "la facultad de percibir vagamente" es una función, una función es, a su vez, lo mismo que un "movimiento". Y un "movimiento", por su parte, no puede existir sin ser idéntico a la revelación de energía. La energía particular por medio de la cual se fomenta la experimentación de un instinto constituye, por consiguiente, la primera energía básica de la existencia.
      Por "primera" no hay que entender "el comienzo" absoluto de esta energía. Un comienzo semejante no existe. Las energías básicas y los principios básicos de la vida son realidades eternas. No tienen ningún principio ni ningún fin en absoluto. El hecho de que "la energía del instinto" se califique aquí de "primera" sólo significa que constituye la primera en el segmento de "espiral" en que comienza la evolución. Es la más débil de las energías básicas citadas. Y se da por supuesto que allí donde esta energía es la dirigente, la vida de la conciencia tiene que ser la más débil de la existencia. El reino vegetal constituye, por lo tanto, la zona más elemental que existe.
      Es cierto que da la impresión de que los minerales expresan una vida todavía más elemental, pero a esta vida no se la puede considerar como formando parte de la vida física, dado que, como más tarde veremos, es una función de la subconciencia en el sexto reino que es al cien por cien de carácter espiritual y, por consiguiente, no da lugar a ninguna conciencia diurna en absoluto en la esfera física. Los seres aquí no pueden, como la planta, "percibir vagamente". Así pues, los seres del reino vegetal tienen por medio de la propiedad del instinto una incipiente función de conciencia diurna en la esfera física. La planta, por medio de su facultad de percibir vagamente, puede experimentar con una forma de conciencia elemental fenómenos físicos y así, de un modo correspondiente, "tomar posición" con respecto a estos fenómenos. Puede "percibir vagamente" la luz del sol, puede "percibir vagamente" las venas de agua de la tierra, puede "percibir vagamente" el frío de la noche, sí, puede en fin "percibir vagamente" lo que la beneficia y lo que la perjudica. Vemos plantas que crecen en dirección a la luz. Vemos árboles que dejan crecer sus raíces en dirección a las venas de agua de la tierra, si éstas se encuentran en las cercanías, así mismo vemos cómo multitud de plantas, cuando se acerca la noche, cierran los pétalos de sus pequeñas flores para protegerlas del frío de la noche. Estas funciones o este "tomar posición" con respecto a la influencia de lo que las rodea tiene, naturalmente, lugar sin ningún conocimiento en absoluto de tipo cerebral. La función del cerebro se encuentra aquí en su forma más elemental. Como veremos en el símbolo n.º 9, la cuarta energía básica o "energía de la inteligencia" se encuentra totalmente latente en los seres planta. Pero es precisamente por esto que este ser sólo experimenta físicamente en forma de "percepción vaga".
      Como sólo tiene una función cerebral elemental, su facultad de analizar es, de modo análogo, elemental. Sólo puede distinguir de una manera tosca entre "placer" y "malestar". No puede comprender, como lo hace el hombre, qué clase de "placer" o "malestar" tiene frente a él. Su forma de experimentar es una reacción insensible y sin detalles frente a la cual tiene, en cierto modo, la facultad de abrirse o cerrarse según experimente "percepción vaga", "placer" o "bienestar".
      Por medio de esta facultad de percibir vagamente, el yo se abre camino hacia la esfera física. "La percepción vaga" es la primera e incipiente y débil alba de la conciencia diurna.
      Como "percibir vagamente" es una función, tiene que haber algo que la realiza. Este algo es ante todo el órgano de percepción vaga del yo. Pero un órgano no surge sin entrenamiento o ejercicio. La facultad de percibir vagamente de la planta ya es un "hábito" o "función automática". ¿Cómo puede entonces la planta practicar el entrenamiento o ejercicio que gradualmente ha desarrollado dicho órgano en ella? Este entrenamiento o ejercicio es, claro está, muy simple, así mismo forma parte de lo que el hombre terreno en gran medida y de una manera muy fácil puede llegar a presenciar o presencia. Pero casi nadie se da cuenta de esto. En verano, los domingos, los seres humanos terrenos salen de las ciudades o centros de civilización a miles. Disfrutan contemplando las innumerables variaciones de estas formas de vida, sus colores, su olor y sus formas. En primavera arrancan el follaje verde de los árboles y, así mismo, toman las flores y llevan a sus casas estas conquistas suyas, las ponen en agua para introducir la atmósfera que las rodea, su vida y olor en sus habitaciones. Sin saberlo, tienen la tendencia de completar su hogar y su mobiliario con una producción creada que ha sido producida por "los artesanos" de otro mundo, distintos a los de su propia esfera. Sólo ven lo hermoso de lo que le han conquistado a la naturaleza y han llevado a su casa, y con lo cual pueden adornar una mesa o el alféizar de una ventana y realzar estos productos hechos por el hombre con una luz todavía más hermosa o más embellecedora. Por ahora, lo que ha tenido lugar es principalmente un proceso egoísta o interesado por parte del hombre terreno. Sólo ha usado las creaciones vegetales como un suplemento a su propia creación de una atmósfera acogedora y llena de bienestar para él mismo. Pero, naturalmente, también puede usar las creaciones vegetales con un fin altruista. Cuanto más altruista es el ser, en mayor grado tiene esto lugar. Entonces usa las flores, las plantas, las ramas verdes como obsequios, como regalos de cumpleaños, regalos de Navidad u otras formas de regalos relacionados con alguna fiesta. Pero, por regla general, el hombre terreno común nunca ha pensado sobre la manera en que esto influye en el destino de las plantas. Es más, vive incluso en la completa ignorancia con respecto a la existencia de un "yo planta" y tiene más bien tendencia a considerar que, en conjunto, la vegetación, aunque no carece de vida, sí carece de conciencia. Pero esta ignorancia del hombre lo capacita, precisamente, para ser uno de los grandes instrumentos de la Providencia para revelarle "el principio mortífero" al ser vegetal. Ningún tipo de ser está tan expuesto a los efectos del "principio mortífero" como el ser vegetal. El hombre terreno corta ramas, toma flores, tala árboles, es más, a veces incluso los usa como combustible. Además este ser, igual que otros muchos seres, tiene que usar en gran escala al ser vegetal como alimento. Pero no sólo los seres humanos terrenos y los animales manifiestan "el principio mortífero" frente al ser vegetal. La propia naturaleza también lo hace en sumo grado. Por medio de las tempestades y el frío, por medio del calor y la sequía los seres vegetales reciben una influencia muy drástica. Como constituyen la nutrición o alimento primordial para los animales y los seres humanos terrenos, han sido de antemano creados para que la naturaleza de sus cuerpos sea mutilada o destruida. Toda la naturaleza actúa, así pues, sobre el conjunto del mundo vegetal de una manera muy enérgica y fuerte. Pero, claro está, toda esta mutilación es la que despierta al ser, que todavía no tiene conciencia en la esfera física, a la vida en esta esfera. Esta acción milenaria hace que el ser vegetal poco a poco note la diferencia entre las mutilaciones y lo que actúa de una manera vivificadora o estimulante para la salud y el crecimiento físico. Y con ello surge entonces la primera tendencia incipiente de conciencia diurna, a saber, la facultad de percibir vagamente. El ser planta comienza a notar la primera alba de un mundo nuevo.
      Pero por medio de las brisas y las tempestades, la lluvia y el sol, la brutalidad y la mutilación que han tenido lugar a lo largo de milenios, la planta se entrena enormemente o adquiere una gran rutina en la función de percibir vagamente. Y con esto, que la hace superior, despiertan nuevas propiedades de la conciencia. Con la facultad de percibir la diferencia entre "placer" y "malestar" surge el deseo o añoranza de lo agradable. Este deseo desarrolla un incipiente apetito de obtener lo que se "percibe vagamente" como agradable. Y a lo largo de un tiempo inmenso, la planta desarrolla nuevas facultades y disposiciones. Adquiere órganos y, entonces, puede empezar a participar activa y conscientemente en la creación de una cierta satisfacción de su creciente apetito físico. Y llega a un estado que casi se puede ver como una cosa intermedia entre "animal" y "planta". En este estado ya no constituye una "planta" en su estado más puro, pero todavía no es ningún animal en su forma más pura. En "las plantas carnívoras" tenemos un ser de este tipo.
      Una planta así ha llegado al punto de encontrar placer en un alimento, o nutrición, que se encuentra fuera del alimento normal para las plantas. En vez de procurarse su alimento principal a través de sus raíces en forma de savias del suelo, ahora recibe una gran parte de su alimento de organismos vivos que cada vez tiene más capacidad de destrozar o disolver. Aquí vemos una especie de incipiente comienzo de lo que en los animales conocemos como "digestión". La drástica acción milenaria, de que el ser planta ha sido objeto por parte de la naturaleza, ha dado lugar a una reacción en la conciencia de este ser en forma de la función de percibir vagamente. Esta función constituye un despliegue especial de energía combinada, un tipo especial de vibración o de forma de energía. Y esta forma de energía es lo que llamamos "instinto" o "energía del instinto". Esta energía es, así pues, la primera fuente de fuerza del yo.


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