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El yo, la muerte, y el cuerpo físico  319. Como se ha dicho aquí, "el ser vivo" constituye un principio trino formado por el yo, la conciencia o facultad creadora y experimentadora y el organismo. Ya he mencionado que ninguno de estos tres principios en ningún caso aparece o existe individualmente como una unidad independiente totalmente separada de las otras dos. Así pues, nunca se verá a un yo vagabundeando sin conciencia y sin organismo, del mismo modo que tampoco se podrá ver una facultad creadora sin vinculación a un yo. Y así mismo será, naturalmente, imposible ver una sustancia que no constituya una combinación de materia, es decir, un factor de movimiento o energía organizado y que, precisamente, por medio de su organización demuestra que detrás existe un "organizador". El ser vivo es, así pues, una unidad compuesta de tres principios inseparables.
      Ahora se objetará quizá que cuando el ser vivo "muere" se separa del principio materia, dado que la muerte consiste, precisamente, en una separación entre el yo y su organismo, y que tras esta separación sólo tendría que existir con los dos principios restantes: el yo y la facultad creadora. Pero una concepción así es un malentendido muy grande. El caso es que la muerte no es una separación del yo y su organismo, sino al contrario una separación del yo y su cuerpo físico. Como este cuerpo sólo constituye un simple órgano del organismo conjunto del yo, que además, como ya hemos indicado en el primer volumen de "Livets Bog", está formado por otros cinco órganos o cuerpos para ser usados para la manifestación o revelación de yo, la muerte sólo significa, por consiguiente, una interrupción de esa forma de manifestación que al yo le era posible manifestar por medio de su cuerpo físico. Pero las otras cinco formas de manifestación, que el yo puede manifestar por medio de los otros cinco cuerpos, son en gran manera un fundamento suficiente para que el yo continúe como un ser que actúa experimentando y creando. El hecho de que, en resumidas cuentas, tenga que cambiar de cuerpo se debe a que este cuerpo sólo es una cosa creada, compuesta de diversas sustancias o materias con el fin de ser un instrumento para que el yo perciba y cree en la clase de material de que, precisamente, se compone el cuerpo. Como este cuerpo es un instrumento creado de sustancia o materia, se ve precisado, igual que todos los otros instrumentos, a subordinarse a la ley del desgaste. Ningún instrumento puede cumplir su fin sin oponer resistencia a la materia, que precisamente es el medio que su origen tiene para dominar. Pero oponiendo esta resistencia o fricción a la otra materia, se transforma él mismo en objeto de la resistencia que la otra materia manifiesta. Esta resistencia no puede, a la larga, evitar transformarse en un efecto que socava el instrumento. Simplemente una resistencia ínfima, microscópica cada día, cada hora, cada minuto o segundo no puede, a la larga, evitar acumular tantos pequeños destrozos o destrucciones en la combinación de sustancias del instrumento, que éste al final es totalmente inservible. Aquí también está en vigor el principio que dice "muchos arroyos forman un gran río".
      Con respecto al cuerpo físico, este proceso es fácil de observar. Vemos cómo el yo lo construye. Desde un pequeño embrión microscópico se construye hacia una perfección cada vez mayor, hasta que alcanza el estadio en que tiene la máxima facultad de prestación para el yo. Pero éste no puede seguir manteniendo esta facultad de prestación en su nivel más alto. Y cuanto más se usa un cuerpo así, más rápidamente se estropea su aspecto hermoso y perfecto, para finalmente sucumbir como inservible. Tenemos incluso nombres para los diversos estadios que un cuerpo muestra a lo largo de su tiempo de existencia. Así pues tenemos "el estadio embrionario", "el estadio fetal", "el estadio infantil", "el estadio juvenil", "el estadio adulto" y "el estadio de la vejez". Estos estadios, ¿no son acaso los mismos que los estadios comunes a toda cosa creada? Por medio del "estadio embrionario", "el estadio fetal", "el estadio infantil" y "el estadio juvenil", el cuerpo se construye y entrena para que sea un instrumento físico, perfecto y útil al cien por cien, para el yo. Vemos cómo este instrumento tiene su periodo de esplendor para después "envejecer", lo cual no es otra cosa que la multitud de destrozos microscópicos, que ahora comienzan a tener una concentración tan grande, que se manifiestan en forma de la debilitación de este cuerpo, antes tan hermoso, y de su facultad de prestación. Y la aparición o manifestación del "ser vivo" por medio de un cuerpo así hace que le demos los calificativos de "débil", de "un viejo decrépito", o que lo consideremos como a un ser "que está al borde de la tumba". Pero estas denominaciones no tienen, naturalmente, nada que ver en absoluto con la identidad del propio yo como "ser vivo". En ningún caso pueden manifestar otra cosa que el deterioro por el uso del instrumento físico o cuerpo del ser vivo en cuestión. El yo ha existido necesariamente como "la primera causa" absoluta de este cuerpo en cuestión y, de este modo, se ha visto obligado a haber existido antes de la creación de dicho cuerpo, del mismo modo que igualmente está obligado a existir después de su destrucción.


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