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La identidad del yo como "un principio trino", y este principio como la condición para las manifestaciones del ser vivo  314. No puede decirse, por consiguiente, que el yo por propia naturaleza sea "hombre", "animal" o "planta". Es más, ni siquiera puede alegarse que constituya alguna forma de "ser vivo", y por lo tanto también está por propia naturaleza imposibilitado de constituir alguna forma de "divinidad". Todas las formas de seres vivos, tanto divinidades como seres humanos, animales, plantas, etc., son algo muy distinto que el yo.
      ¿Qué son, entonces, los seres vivos? "Los seres vivos" sólo son ni más ni menos que situaciones constantemente cambiantes desencadenadas por la vinculación del yo a la sustancia o materia. Sólo son ondulaciones en la superficie de la materia o sustancia, igual que las olas en la superficie del mar, pero sólo con la diferencia de que mientras los cabrilleos en la superficie del mar son creados por el viento invisible, los cabrilleos de la materia o sustancia son creados por el yo invisible. Por consiguiente, todas las formas y cosas carecen, en sí mismas, de vida y deben exclusivamente al "algo" invisible existente tras ellas, que a través de estas formas y cosas se revela indirectamente como los yo, su aparición y existencia.
      El yo o este algo invisible tras cada organismo, tras cada forma o cosa es, así pues, la causa más profunda existente de todo lo que puede percibirse, experimentarse y manifestarse. Todo es inanimado, todo es quietud, sin este "algo" o sin un yo todo es igual a nada. La materia sin un yo es, por lo tanto, igual a nada, del mismo modo que el yo sin materia se transforma de hecho en igual a nada. Es por medio de "los cabrilleos" de la materia o la sustancia, es decir, por medio de los movimientos o procesos creadores en dicha materia que estamos en condiciones de documentar la existencia del yo. Pero sin estos movimientos o procesos creadores no habríamos llegado jamás a experimentar la materia. Sin el yo, esta materia se encontraría totalmente en estado no realizado. Igual que las olas de la superficie del mar no podrían serlo sin el viento, los movimientos de la materia tampoco podrían serlo sin el yo. De este modo hemos llegado aquí a dos realidades inseparables: el yo y la materia. Hemos visto que una de estas realidades no es nada en absoluto sin estar vinculada a la otra, y viceversa. Por consiguiente, no existen separadas, sino que actúan juntas eternamente, sí, son tan inseparables que lo que ocurre verdaderamente es que juntas sólo forman una realidad. Tal como se ha indicado, esta realidad está por consiguiente, formada por dos principios totalmente dependientes el uno del otro. Pero como la unidad compuesta de estos dos principios desencadena energía o movimiento, y este movimiento se revela, a su vez, como dirigido lógicamente, lo cual quiere decir que se desencadena dando lugar a una creación sistemática, el trabajo común de estos dos principios revela otro principio, a saber: "conciencia", que a su vez significa facultad de crear y experimentar. A este último principio están los dos primeros principios tan indisolublemente vinculados como lo están entre sí. Esto se muestra de modo inalterable por medio de la realidad que poco a poco se transforma en un hecho en mis análisis, a saber, la de que en la estructura del universo todo revela inteligencia o lógica, lo cual quiere decir, a su vez, que en esta estructura todo se produce para cumplir un objetivo útil y por medio del cual las palabras divinas: "Todo es muy bueno" se transforman, de este modo, en realidad absoluta.
      El yo está, así pues, vinculado a otros dos principios con los que forma una unidad indisoluble. Y es esta unidad lo que, a su vez, conocemos en la existencia como constituyendo "un ser vivo". Los tres principios mencionados: el yo, la conciencia o facultad de crear y experimentar y la materia o sustancia, principios que ya conocemos como "X1", "X2" y "X3" respectivamente, constituyen, así pues, exactamente las tres condiciones que se exigen para que un "algo" pueda aparecer como un "ser vivo".


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