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El significado que las sustancias tienen para el yo  305. El yo se sirve, así pues, de las sustancias o energías de la existencia como material para la creación de su organismo, de su conciencia y de toda su manifestación física y psíquica o espiritual. El yo es, por lo tanto, un "algo" que maneja las sustancias, un "algo" que sólo o únicamente puede crear su vida y su existencia en virtud de las materias de la existencia. Si éstas no existiesen, no sería posible ninguna vida, ningún pensamiento, ninguna manifestación. Lo que le permite a dicho "algo" mostrarse como "vivo" es exclusivamente la energía o movimiento que desencadena a su alrededor. Este movimiento o energía sólo es, a su vez, una reacción entre las sustancias que este "algo" usa en la creación de su existencia. Que esta reacción, es decir, su organismo, su conciencia y toda su manifestación, tiene que ser distinta, según las sustancias o energías que use, es una consecuencia natural debido a la fiabilidad absoluta de la ley de las sustancias con respecto a la eterna inalterabilidad de la reacción de cada combinación individual de energías.
      Dado que, en virtud de la ley de las sustancias, cada reacción particular de la combinación de energías, es, así pues, la misma eternamente, al mencionado "algo" o "yo" le es posible tener algo "a que atenerse". Puede "aprender" a conocer la reacción de unas sustancias con otras. Finalmente le es posible no sólo crear su organismo particular, sino que también puede crear "la fórmula" o hacer una anotación sobre esta relación mutua de las energías. Una anotación así es idéntica a lo que hoy llamamos "ciencia" y de la que tienen que formar parte todas las clases de conocimiento, tanto la sabiduría absoluta sobre la vida o ciencia del espíritu como todas las disciplinas modernas corrientes: química, física, geología, astronomía, etc.
      Si, así pues, no existiese esta ley eterna de las sustancias, no habría ninguna regla para las reacciones. La formación de una sustancia determinada no sería, tal como es el caso ahora, un resultado del cumplimiento de determinadas condiciones particulares previas correspondientes que, una y otra vez, cumpliendo la ley de las sustancias al cien por cien, tienen que dar de modo equivalente e irreversiblemente unos resultados idénticos al cien por cien. ¿Qué se opinaría, por ejemplo, del azúcar si éste pudiese divergir de su particular facultad de reaccionar y de pronto comenzara a hacer la comida agria como el vinagre en vez de endulzarla? Imagínense que la sal repentinamente comenzase a actuar como azúcar y la pimienta de pronto se convirtiese en flor de harina, las patatas actuasen como rábano picante, la remolacha roja se comportase como ciruelas, etc. ¿Cómo sería posible crear reglas para cocinar? Si las sustancias fuesen así de caprichosas y pudiesen cambiar sus efectos, no sería posible contar con nada. ¿De qué serviría experimentar la reacción particular de una sustancia, si esta sustancia la próxima vez cambiase de manera totalmente infundada su efecto y ofreciese una reacción totalmente distinta y desconocida? Debido a esta "infidelidad" de las sustancias no se podría jamás alcanzar lo que se había previsto.
      Pero gracias al irrefutable cumplimiento de la ley de las sustancias, la reacción de cada sustancia tiene que ser inalterable eternamente, de modo que el ser vivo pueda aprender a conocer lo que puede esperarse de la misma sustancia. Y este "aprendizaje" es lo que constituye la experimentación de la vida.


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