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La miseria del mundo no se debe a la reacción de las sustancias  303. Ahora se objetará quizá que esta ley no da la impresión de ser perfecta. Si cada sustancia tiene su particular facultad de reaccionar o de desencadenar energía en virtud de esta ley, ¿por qué estas facultades de reaccionar no podrían ser tales que jamás pudieran surgir desarmonías, guerras, desgracias, mutilaciones, enfermedades, pobreza y degradación?
      Para el investigador cósmico avanzado la respuesta al respecto será muy simple. Si la ley de la reacción de las sustancias estuviese organizada de esta manera, no habría ninguna ley. Y toda creación de conciencia sería, a causa de ello, imposible. La creación de cualquier objeto requiere material. Este material tiene, a su vez, que ser de una naturaleza tal que haga posible la creación del objeto. No da igual qué tipo de materia se usa para obtener un fin determinado. No se puede coser ropa de abrigo con planchas de hierro, y no se usa la basura para adornar la mesa, del mismo modo que no se come arena para satisfacer el hambre. El hecho de no hacer esto se debe exclusivamente al sistema a que da lugar la ley de las sustancias.
      Como esta ley requiere que cada sustancia desencadene su energía particular, tenga su determinada propiedad particular, es posible conocer esta propiedad. Tratando de que esta propiedad entre en contacto con la propiedad de otra sustancia surge una reacción entre estas dos sustancias que, a su vez, se muestra como una nueva propiedad o desencadenamiento de energía, cuya relación con otras sustancias puede probarse de nuevo y así sucesivamente. De este modo surge lo que llamamos "conocimiento". En realidad toda ciencia sólo es, así pues, en su análisis supremo, un conocimiento de la reacción de las sustancias, indiferentemente de que sea el sermón del sacerdote en la iglesia o el silencioso anhelo del enamorado.
      Pero si la ley de la reacción de las sustancias no requiriese que la particular capacidad de reaccionar de cada sustancia o de cada combinación de sustancias tuviera una inalterabilidad inexorable, sino que permitiese una variabilidad, de modo que el ácido clorhídrico, por ejemplo, a veces actuase como agua potable, y el agua potable a veces actuase como ácido clorhídrico, o si todas las otras sustancias existentes cambiasen de carácter, sería imposible manejar estas sustancias. Sería imposible que hubiese reglas fijas para la creación. La combinación de sustancias que, en un caso, había quizá salvado la vida de uno, la próxima vez, en una situación exactamente igual y siguiendo exactamente la misma prescripción, sería quizá absolutamente mortal. ¿Cómo sería posible crear fórmulas absolutamente seguras, instrucciones absolutamente fiables sobre esto o aquello? Es más, no se podrían dar teoremas para nada en absoluto. Todo dependería de esta inconstancia o variabilidad totalmente infundada de las sustancias.
      Pero gracias a la ley de la reacción de las sustancias no hay nada en el universo que sea más seguro que la reacción o inalterabilidad propia de las sustancias.
      Algunos pensarán quizá al respecto que se puede cambiar perfectamente la reacción de una sustancia. ¿Pero cómo puede tener lugar esto? La transformación de cualquier sustancia no puede en absoluto tener lugar sin suministrarle una nueva energía o una sustancia extraña. Y entonces, está claro, su forma originaria ha dejado con ello de existir. Se ha transformado en una sustancia totalmente distinta y, por lo tanto, tiene que reaccionar inmediatamente de manera distinta y ser una nueva confirmación de la inexorabilidad de la ley de las sustancias como un hecho.
      El que se deba a esta inexorabilidad que la esfera de existencia humana esté tan llena de sufrimientos, aflicciones y desgracias, necesidad y miseria, caos mental y desesperación, no demuestra de ninguna manera que la ley de las sustancias sea imperfecta, sino que, en realidad, convierte en muy alto grado en un hecho que es absolutamente perfecta. La imperfección que es la base de dicha miseria o desgracia no hay, por consiguiente, que buscarla en la ley de la reacción de las sustancias, sino que se encuentra en "el algo" que usa las sustancias en la creación de su existencia.


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