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Toda la vida y toda la existencia es un proceso químico-cósmico  290. Si se considera el principio básico en sí, no hay ninguna diferencia entre química física y "química cósmica". Todas las sustancias existentes tienen la capacidad de reaccionar, es decir, manifestar una especie de energía. Como, por lo que concierne a cada sustancia concreta, esta capacidad de reaccionar es más o menos distinta de la capacidad de reaccionar de otras sustancias, las sustancias se muestran, por consiguiente, de modo análogo como distintas, y cada una de ellas sólo podrá precisamente conocerse por su capacidad característica de reaccionar.
      Que todas las sustancias tienen la capacidad de reaccionar es, sin duda, lo que fácilmente se convierte en un hecho para todo el mundo, ya que esta capacidad es el fundamento de todo lo que sucede a nuestro alrededor. Así pues, no podemos tocar ninguna cosa, ningún objeto en nuestra vida diaria que no reaccione o manifieste energía. Esta energía es la que hace que el agua apague el fuego, y que el fuego haga que el agua se evapore. Es la reacción del aire en nuestros pulmones, y la reacción de nuestros pulmones frente al aire, que es el factor más importante en la formación de nuestra sangre, mientras que la capacidad de reaccionar de nuestra sangre es la base para que podamos mantener nuestra conciencia física, o el fundamento de nuestra facultad de percibir, lo cual, en este caso, quiere decir nuestra facultad de reaccionar frente a nuestro entorno físico, pero a condición de que las sustancias que tomamos como comida o alimento puedan ser controladas, dominadas o ligadas químicamente por la capacidad de reaccionar que surge de las sustancias que forman nuestros órganos digestivos. En caso contrario, nuestro cuerpo físico perecería. Por esto sólo podemos tomar determinadas sustancias como alimentos. Si estos alimentos no fuesen por sí mismos una manifestación de energía, sino que, al contrario, sólo manifestasen quietud absoluta o inalterabilidad, su absorción por nuestro organismo, su presencia en nuestro estómago sería totalmente indiferente. Su identidad como alimentos faltaría totalmente, dado que lo que les da su propiedad de alimento es la forma especial de energía que representan. Sin despliegue de energía no hay ninguna propiedad de ningún tipo en absoluto. Nuestra digestión, sólo es, pues, la manera en que diversas sustancias reaccionan entre sí en el interior de nuestro organismo. Y del mismo modo, todos los fenómenos de la existencia son idénticos a las reacciones particulares de las sustancias o materias entre sí. Esto es válido tanto para todo lo que de alguna manera puede percibirse, como para la propia facultad de percepción. Cada experiencia es sólo la experimentación de una reacción entre formas de energía. La vista, el gusto, el oído, el tacto y el pensamiento sólo son, así pues, meras reacciones del contacto de unas energías con otras. Cada color, tal como el rojo, el naranja, el amarillo, el verde, el azul, el añil y el violeta, sólo es, así mismo, la expresión de reacciones diferentes entre energías, igual que lo es toda percepción, agradable o desagradable. Lo mismo es valedero para todo lo que se agrupa con la denominación arte, literatura, en fin, todo lo producido tanto por el hombre como por la naturaleza. Los hermosos paisajes con montañas y valles, los océanos, los ríos y arroyos, así como las construcciones, las ciudades y pueblos, las fábricas, los campos y jardines sólo son, de este modo, reacciones entre energías, de la misma manera que lo son la gran variedad de organismos de los seres vivos. Su aspecto físico, su color y su forma manifiestan una misma identidad.
      ¿Y no sucede lo mismo con el organismo del propio hombre? ¿Acaso no es su aspecto físico, color y forma la reacción del contacto de diversas energías entre sí? El feto, ¿no es acaso la reacción de las energías del padre y de la madre cuando entran en contacto? La alegría, la aflicción ¿no es acaso la reacción entre diversas fuerzas mentales?
      Efectivamente, todas las cosas creadas son de este modo, sin ninguna excepción en absoluto, reacciones de energías o sustancias, que a su vez son por sí mismas combinaciones de energías ante las cuales el entorno tiene que reaccionar de nuevo, con lo cual surgen nuevas combinaciones de energía, que crean de nuevo reacciones, y así sucesivamente. Toda la existencia, todo lo que llamamos "vida" es, así pues, un proceso químico. La química conocida, la disciplina que trata de la reacción de las sustancias físicas, sólo es en realidad el comienzo de la ciencia del espíritu, aunque esta misma química todavía se limite únicamente a abarcar las sustancias físicas.


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