Lee y busca en El Tercer Testamento
   Apdo.:  
(1-288) 
 
Búsqueda avanzada
   

 

La religión que va a unir a todos los seres humanos terrenos en un pueblo, en un reino  90. Pero una religión que sea capaz de concentrar en ella el interés de toda la humanidad terrena, tiene que ser de una naturaleza tal que inspire tanto a los más destacados representantes de la ciencia como a los representantes de la ignorancia más primitiva. Tiene que dar una respuesta infalible tanto a las experiencias y vivencias de Occidente como de Oriente. Tiene que satisfacer a todos los pueblos. Pero una religión que tiene que satisfacer unas exigencias tan grandes, no puede tener una naturaleza local. No puede dirigirse a un pueblo, a una ciencia particular o a un ámbito de experiencias determinado. No puede tomar partido por nadie ni por nada. Tiene que dejar abierta cualquier posibilidad imaginable de evolución. Una religión así no sólo tiene, por consiguiente, que tener una naturaleza internacional, sino que también tiene que tener una naturaleza universal. No tiene sólo que ser una representación de la verdad. Tiene que ser la verdad misma. En caso contrario fracasará. Será una fuerza de desunión en vez de una fuerza de unión. Sembrará discordia entre sus partidarios y "no partidarios". Separará a "los creyentes" y a "los incrédulos", a "los salvados" y a "los condenados". Irá en contra de su misión y creará nacionalismo en vez de internacionalismo, creará egoísmo en vez de altruismo y, así, se transformará en una fuente de guerra en vez de llegar a ser una base para que se realice el deseo de la humanidad de una paz permanente. La religión que, de este modo, va a ser capaz de transformar a la humanidad, dividida en razas, naciones y comunidades religiosas, en "un rebaño", sólo puede estar constituida por una realidad absolutamente idéntica para todos los seres humanos, totalmente independiente del hecho de que pertenezcan a la raza blanca o a las otras razas, indiferentemente de que sean hombres primitivos o civilizados. Tiene que mostrar el lugar justo de cada cosa en el plan divino con el universo y hacer que se puedan comprender todas las cosas y todos los seres. Una religión así no puede estar formada por una religión "fabricada", sino que únicamente tiene que estar formada por "la religión de la propia vida" (véase apartado 15)o por la verdad eterna en un estado desvelado; es decir, por un conocimiento prominente, y en armonía con todas las experiencias, de las leyes eternas de la vida, de los problemas más profundos o del plan divino con el universo. Las convicciones con respecto a los más elevados problemas de la vida, que tienen que ser tan fuertes que puedan reunir y unir los intereses más altos del hombre terreno y, de este modo, transformarse en el centro de gravedad firme como la roca en la que el futuro reino humano pueda apoyarse, no pueden ser un mito, una leyenda, una suposición o teoría, una combinación de tradiciones o dogmas. No pueden ser unas convicciones que se han transformado en autoridad porque son budistas, musulmanas o cristianas. Tampoco pueden ser unas convicciones que se han convertido en populares porque son orientales u occidentales, porque son europeas o americanas, porque son materialistas o religiosas. Sólo pueden ser unas convicciones que tiene autoridad porque son un análisis de los hechos, porque están enraizados en la vida cotidiana y en las experiencias reales de la humanidad terrena. La base espiritual que reunirá a todos los pueblos de la Tierra en "un rebaño" o unidad no puede estar constituida por una creencia en la Divinidad, sino en una experiencia de la Divinidad. Tiene que ser la visión del propio Padre eterno. Igual que el individuo ha aprendido a experimentar el día y la noche, el verano y el invierno, el mar y la tierra, así mismo tiene también que aprender a experimentar al único y gran Dios, al único gran "Pastor". La sabiduría, la felicidad y la armonía total se encuentran únicamente en esta experiencia. Y sólo por medio de ella se fomentará la paz en las zonas de la Tierra y surgirá el verdadero reino humano divino. Pero experimentar la Divinidad es lo mismo que experimentar sus manifestaciones. Estas manifestaciones pueden, a su vez, exteriorizarse como la existencia diaria de los seres o su experimentación cotidiana de la vida. Pero el individuo no tiene la facultad de experimentar la existencia diaria, con todos sus fenómenos, tanto sus presuntos "delitos", mutilaciones, guerras, accidentes, pobreza, necesidad y enfermedades, como sus lados luminosos, como las manifestaciones de la Divinidad antes de ver la identidad y la intención verdaderas y el lugar auténtico de estas realidades en el plan divino con el universo, y de este modo presenciar que estas realidades tienen una misión divina, llevan a una meta divina muy alta, y que todas sin excepción están en contacto total con el concepto "Todo es muy bueno". Recibir esta facultad, llegar a ver la vida desde una zona con un horizonte tan grande y tan elevado que todo el plan que existe con respecto al universo se hace visible, se hace conocimiento, será el interés espiritual común, la absolutamente única base religiosa que puede unir a todos los seres humanos terrenos en un pueblo, un reino, "un rebaño".


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.