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"La expulsión del Jardín del Edén" como resultado del "libre albedrío". "La maldición" como idéntica a una enseñanza. El dolor como "medio de protección" y guía que lleva a Dios y a la verdad.  86. Ante una fuerte luz, una luz más débil mostrará, en mayor o menor grado, la oscuridad. De modo semejante, ante la fuerte luz o forma de conciencia del reino humano, la luz o forma de conciencia del reino animal tiene que aparecer como oscuridad o imperfección. Y a medida que los seres comienzan a percibir o experimentar la forma de conciencia del reino humano, éste se transforma cada vez más en un ideal para todos los individuos y su añoranza de este reino es cada vez mayor, y de modo correspondiente tienen antipatía contra la forma de conciencia animal. Dado que esta añoranza y esta antipatía se muestran como la base desde la que se activa la transformación de estos mismos seres de animal en hombre, y esta transformación es lo mismo que "la expulsión del jardín del Edén", dicha expulsión no es en realidad ninguna expulsión, sino que sólo puede tener lugar exclusivamente a base del propio deseo y libre albedrío de los seres. La oscuridad que esta transformación o "expulsión" produce tampoco es ninguna "maldición", sino que, al contrario, según su análisis cósmico hay que considerarla como la enseñanza que tiene que enriquecer al individuo con las cualidades que lo ponen en condiciones de vivir en tan alto grado en contacto con las leyes del auténtico reino humano, que más tarde pueda nacer como uno de los seres propios de este reino, pueda aparecer como "el hombre divino".
      El hecho de que esta "enseñanza" sea a veces de naturaleza dolorosa radica solamente en que, desde un punto de vista cósmico, tiene que actuar como "una señal de peligro". Es "una campana que suena" cuando el individuo se desvía del buen camino, y cuanto más el individuo se aparta del camino natural, más fuerte "suena". Todo el sufrimiento del mundo, tanto físico como psíquico, constituye pues, desde un punto de vista cósmico, el mayor medio de protección de los seres. Es una barandilla protectora que impide que el individuo caiga en un abismo de muerte eterna. Sin el sufrimiento ningún individuo podría mantenerse en una existencia eterna. Ningún ser podría jamás ser arrancado del mal camino, sino que seguiría yendo por él, lo cual a su vez sería sinónimo de un silencio eterno, porque sin sufrimiento no habría ningún contraste con respecto a la vida, y sin contraste no habría ninguna manifestación, ningún camino hacia la perfección, ninguna evolución, ninguna experimentación de la vida, sino que un equilibrio absoluto impediría toda forma de movimiento. Una muerte eterna dominaría la vida. Pero gracias al sufrimiento, lo contrario es un hecho. La vida domina la muerte, y el sufrimiento es una bendición divina.
      El sufrimiento muestra el camino hacia Dios, hacia la verdad y hacia la vida.


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