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Una percepción verdadera de la Divinidad. La superstición desaparece y condiciona la verdadera experimentación de la Divinidad como un hecho  60. Considerando la relación del hombre terreno con sus redentores del mundo, lo que ha sucedido verdaderamente ha sido que esta relación le ha dado al individuo una percepción verdadera de la Divinidad, una experiencia afectiva que no tenía en absoluto inteligencia para poder analizar o para poder darle una expresión justa. Los individuos tuvieron, por lo tanto, que contentarse con revestir dicha percepción del material más sobresaliente de entre los materiales intelectualmente pobres que tenían; y como esto se concentraba completamente en el redentor del mundo, a los seres les fue imposible llegar a otra concepción que a que tenía que ser una encarnación de la misma Divinidad. Se le atribuyeron, por consiguiente, todos los conceptos relacionados con la grandeza, tenía que ser todopoderoso. Pero dado que los seres, debido a la superstición, estaban orientados de esta manera, el redentor del mundo se transformó, en realidad, para ellos en lo mismo que la Divinidad hecha visible, en una figura que precisamente estaba tan atenuada que podía transformarse en una fuente de inspiración y un guía luminoso cual la estrella polar del segmento transitorio de la eterna trayectoria evolutiva del conjunto de todos estos seres. La superstición se convirtió así en una bendición divina. Pero a medida que la inteligencia de los seres crece y estos seres están en condiciones de darles a sus experiencias de tipo afectivo de la Divinidad expresiones de tipo más racional o con una lógica mejor, el redentor del mundo disminuye u ocupa cada vez más su lugar natural en su concepción de la existencia, y la superstición desaparece. Sin embargo, puede suceder que la superstición esté tan cristalizada que no siempre desaparezca tan rápidamente como evoluciona la inteligencia del individuo y, en el mismo grado en que esto sucede, permanece en cierto modo en forma de dogmas, siendo un estorbo pasajero para la evolución de este ser pero, naturalmente, no tan grande que no pueda ser gradualmente vencido y así condicione que la experimentación verdadera y auténtica de la Divinidad pueda transformarse en un hecho.


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