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La concepción general más común está anticuada  29. Por lo que se refiere al hombre terreno, éste aún no ha avanzado tanto en su evolución como para transformarse en "uno con el camino, la verdad y la vida", y debido a ello todavía tiene que vivir, hasta un cierto grado, con la verdad eterna o el sentido de la vida considerablemente velados. Esto es lo mismo que decir que la concepción general que la humanidad terrena tiene de la existencia, con su "cielo" e "infierno", su "divinidad" y su "demonio", que he descrito anteriormente, no es en su análisis básico idéntica a una manifestación totalmente desvelada de la verdad eterna, aunque no se puede negar que contiene las realidades fundamentales o principios básicos de dicha verdad. Se adquiere conocimiento de que esto es precisamente así cuando se está en condiciones de efectuar un análisis de la verdadera relación entre la citada concepción general de la existencia y el conjunto de la humanidad terrena. Dicho brevemente, por medio de un análisis tal experimentamos que esta concepción general se ha vuelto anticuada para la mayor parte de la población de la Tierra. Pero el hecho de que dicha concepción esté anticuada indica que el conjunto de estos seres en cuestión ha avanzado tanto en su evolución o ha desarrollado tanto sus facultades que la concepción mencionada se les muestra a estos mismos seres, en mayor o menor grado y de modo correspondiente, como una expresión de ingenuidad o superstición . A través de los acontecimientos internacionales experimentamos que la concepción vigente sobre la existencia, tanto a través de sus formas de manifestación oriental como occidental, es anticuada o ingenua para la mayor parte de la humanidad, y como consecuencia de ello ha perdido su fuerza inspiradora como base moral para los seres en cuestión. En realidad estos acontecimientos son únicamente la expresión de un desequilibrio en la moral mundial, cuya posterior culminación todos conocemos como la matanza, que duró cuatro años, que llamamos "la guerra mundial de 1914-1918" y que, por medio de su herencia en forma de 10 millones de tumbas y por lo menos el mismo número de inválidos, padres desconsolados, viudas afligidas e hijos huérfanos, con la correspondiente indigencia social, enfermedad, pobreza y miseria, cuenta gravemente, de un modo inequívoco, que el gran mandamiento "Amaos los unos a los otros" no se encuentra en una forma que haya podido mantener de un modo satisfactorio el interés de los individuos por "la paz eterna" en un grado tal que haya podido competir con los intereses de lucro social, posición física, riqueza y consideración, sino que éstos, al contrario, han tenido una predominancia tal que los individuos en su ignorancia o ingenuidad no han estimado haber pagado dichas realidades demasiado caras con los fratricidios o los modernos procesos de mutilación que llamamos "guerra".


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