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"El mundo exterior" y "el mundo interior". "La energía del recuerdo". "El reino mineral" o "de la bienaventuranza"  260. Mientras estas cinco energías aquí descritas, con sus correspondientes zonas de culminación, crean juntamente para el ser vivo una realidad que aquí, en "Livets Bog", expresamos con el nombre de "mundo exterior", la energía básica que aún nos queda por describir, y que se simboliza por medio del sexto peldaño, crea en la conciencia del individuo la realidad a la que anteriormente hemos llamado "el mundo interior". Esto se comprende más fácilmente cuando se sabe que dicha energía es el fundamento de todo lo que aparece en la existencia con el concepto "recordar". Es por ello que a esta energía se la llama "energía del recuerdo". Todo lo que forma parte del concepto "recuerdos" es lo mismo que detalles o zonas del mundo interior, y para percibirlo o experimentarlo hay que servirse de energía o movimiento. Esta forma de energía o vibración es idéntica a la sexta energía básica. En la zona en que esta energía tiene su culminación, la experiencia fundamental de la vida consiste en la experimentación de recuerdos de los estados experimentados por el ser en cuestión a través de inmensos espacios de tiempo precedentes, tal como se desprende de posteriores análisis. Cada ser vivo constituye, claro está, una realidad eterna, lo cual quiere decir que, según su análisis cósmico, siempre ha existido y seguirá existiendo toda la eternidad, y que, como consecuencia de esto, tiene una cadena infinita de vidas tras sí, cuya observación y cuyo conocimiento se identifica con el mundo interior de dicho individuo. Hay que mencionar que dado que el hombre terreno, tal como ya hemos mencionado, sólo se encuentra todavía en la segunda zona de la existencia, y que la citada experiencia únicamente tiene lugar de un modo fundamental en la sexta zona de la existencia, la facultad del hombre terreno de experimentar su mundo interior es muy primitiva. Así pues, no puede de modo consciente recordar nada que esté fuera de su vida física actual; ni siquiera puede acordarse de los primeros años de ésta, ni aún está en condiciones de recordar el día anterior de manera correcta con sus más pequeños detalles. Por esto el hombre terreno no puede experimentar, tal como los seres con conciencia cósmica, su propia indestructibilidad o inmortalidad; y, como ya hemos dicho, su horizonte, más allá de los mojones que limitan su actual vida terrena: "el nacimiento" y "la tumba", no es, con respecto a la verdadera experimentación de la vida, mayor que el horizonte del pequeño feto con respecto a la existencia en la que entra con su nacimiento aquí en el mundo.
      Como el elemento sustentador de la sexta zona de la existencia es, por consiguiente, la experimentación del mundo interior, la actividad hacia fuera, hacia el mundo exterior de los seres en cuestión sólo es muy ínfima, y en éste, allí donde limita directamente con el mundo interior aparece también una cierta forma de estancamiento. Este aparente estancamiento provocado por esta sexta zona puede incluso observarse aquí en la Tierra, y se muestra en forma de todas las sustancias que solemos calificar de "sin vida" y que, a su vez, son el fundamento de la realidad que conocemos como "reino mineral". Pero como los resultados que son la base del "reino mineral" no expresan el estado general de la sexta zona, ya que éste se despliega como "experimentación de recuerdos", y esta forma de manifestación es, de este modo, la fundamental, y a su vez aparece, en su despliegue máximo, como felicidad o bienaventuranza, a la sexta zona no se la califica de reino mineral, sino de "reino de la bienaventuranza".


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