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El hombre terreno y su memoria primitiva. Un estado en el que el hombre terreno recuerda algunos cientos de años de su existencia. "El mundo interior" del hombre terreno como un factor de la creación de su destino y todavía formando parte de su subconciencia  210. Del mismo modo que la percepción física está limitada por la capacidad que tienen los sentidos del cuerpo físico, la experimentación de recuerdos también está, naturalmente, limitada por la capacidad del cuerpo del recuerdo. Y dado que el cuerpo del recuerdo, como ya hemos dicho, por lo que respecta al hombre terreno se encuentra a un nivel tan bajo que tiene que compararse al estado del cuerpo físico cuando éste todavía no manifestaba sentidos físicos, se comprenderá lo inmensamente pequeña que es la cantidad de su material de recuerdos de la que este ser está en condiciones de adquirir conciencia. Sólo los recuerdos de las últimas experiencias más fuertes que ha vivido, es decir, recuerdos de experiencias que han tenido lugar en su vida local actual, tienen la fuerza que es necesaria para hacer que su primitivo cuerpo del recuerdo reaccione. Frente a recuerdos de experiencias lejanas, es decir, recuerdos que se pierden en los primeros años de la vida local actual de este individuo, su cuerpo del recuerdo no puede reaccionar, y la última periferia u horizonte del recuerdo consciente del hombre terreno sobre su existencia se encuentra aquí. Como este horizonte se encuentra, por consiguiente, dentro de los límites de la vida local actual del hombre terreno, en la zona evolutiva de este ser se ha transformado en normal la superstición de que, precisamente, su existencia ha empezado con el comienzo de su vida local actual, dado que en su estado de conciencia física diurna no puede tener conciencia de ningún recuerdo de sus existencias precedentes o vidas locales. Sin embargo, hay que mencionar aquí que el individuo, cuando en la existencia espiritual, que según capítulos posteriores de "Livets Bog" experimenta entre sus vidas físicas, pasa la esfera de existencia en la que la sexta energía básica, es decir, "la energía del recuerdo", es la dominante, reacciona por medio de su cuerpo del recuerdo ante los recuerdos de experiencias que han tenido lugar en las dos o tres vidas precedentes. Traducido en tiempo físico, esto quiere decir experiencias que abarcan algunos pocos siglos del pasado. Pero, afortunadamente, estas experiencias de recuerdos no pueden transferirse a las formas de conciencia diurna de las zonas más bajas de la esfera física y, por consiguiente, se perderán con la incipiente facultad de percibir del individuo en la esfera física en cada nueva vida física local, favoreciendo así la libre transformación de los recuerdos de las nuevas vivencias físicas en material de experiencias. Pero esto son análisis que también debemos dejar para posteriores capítulos especiales del presente libro.
      El hombre terreno tiene, así pues, una cantidad extraordinariamente grande de recuerdos que constituyen su mundo interior, de los que prácticamente todavía no tiene conciencia, y que, por consiguiente, forman parte de su subconciencia y, de forma no consciente para el individuo, son una causa que contribuye a su actual creación de destino.


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