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La energía de la intuición y la percepción vaga de los recuerdos. Los recuerdos del individuo y la facultad de reconocer. Los recuerdos se organizan en virtud del cuerpo de la inteligencia, con lo cual se refuerza la facultad de reconocer  188. Con el incipiente funcionamiento del cuerpo de la inteligencia el individuo está en condiciones de trabajar con la cuarta energía de la existencia, "la energía de la inteligencia". Con esta energía comienza a poder "manejar" sus recuerdos de percepción, a poder sacarlos de sus lugares originarios en la conciencia y ponerlos en combinaciones nuevas y más afortunadas para él, mediante lo cual la facultad de reconocer, surgida y soportada por los mismos recuerdos, se refuerza o se hace más precisa, de modo que de sólo poder dar como resultado "presentimiento" ahora se transforma en "presciencia o conocimiento de algo futuro". Para tener esto claro hay que comprender que las imágenes de los recuerdos surgen en la conciencia exactamente en el mismo orden en que las experiencias de las percepciones, de las que son resultado, han entrado en esta misma conciencia. Como, según ya sabemos, estas experiencias están constituidas por diversas categorías, tales como experiencias visuales, auditivas, gustativas y olfativas, además de experiencias emotivas comunes todavía no definidas, y entran en la conciencia del ser en un orden muy desorganizado o casual, se podrán, pues, ver recuerdos de estas categorías totalmente al azar los unos entre los otros. En medio de un conjunto de recuerdos auditivos puede, dado el caso, aparecer un simple, pequeño e incipiente recuerdo visual, y en un conjunto de recuerdos gustativos pueden, del mismo modo, surgir aquí y allí simples recuerdos olfativos, etc. Los recuerdos del ser aparecen, en un principio, los unos entre los otros sin orden ni concierto. Como estos recuerdos sustentan la facultad de reconocer del ser, esta facultad es más fuerte allí donde incidentalmente hay reunidos más recuerdos de un determinado campo, y muy débil o sin valor donde los recuerdos de este mismo campo sólo se encuentran sueltos por acá y por allá entre grupos de recuerdos de otras categorías, al mismo tiempo que, con la presencia de estos recuerdos extraños, la acción conjunta de estos grupos sobre la facultad de reconocer es dispersada y, por consiguiente, fragmentada, con lo cual la facultad de reconocer en el campo en cuestión tiene que aparecer necesariamente, y de modo correspondiente, disminuida y debilitada. Muchas de las experiencias del individuo dejan, pues, recuerdos que se encuentran sueltos en medio de grupos de otras categorías de recuerdos que, de este modo, ven debilitada su influencia conjunta sobre la facultad de recordar, al mismo tiempo que los recuerdos primeros no tienen ningún valor en su propio campo. Organizar la suma de recuerdos, de modo que todos los de la misma categoría estén juntos incrementa la fuerza de la facultad de reconocer en el campo en cuestión, al mismo tiempo que ya no se pierde ningún recuerdo. Pero reunir los recuerdos y agruparlos en su campo especial no puede hacerse con el cuerpo físico. Los recuerdos no son objetos que se pueden tomar con las manos. Pero esto no impide que, sin embargo, sean "objetos" que puedan "manejarse" y "ser llevados de aquí para allí", ser modificados o transformados; pero para ello es necesario un cuerpo adecuado. Este cuerpo es idéntico al cuerpo de la inteligencia que se encuentra en estado fetal en el hombre terreno. Con este cuerpo se pueden "manejar" los recuerdos, se pueden agrupar las distintas categorías de modo que cada categoría llegue a constituir su campo particularmente concentrado y limpio de recuerdos extraños y, por consiguiente, en su estado más puro. Así, el ser utiliza todos sus recuerdos en el campo en cuestión, lo cual quiere decir a su vez que adquiere la facultad de concentrar todo lo que posee gracias a dicho campo, mediante lo cual su facultad de reconocer en este campo tiene la mayor base posible para desplegarse.


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