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La conciencia diurna y la subconciencia de la planta y del animal. Manifestaciones puramente físicas. El instinto de conservación. El desarrollo de la facultad de percibir vagamente. Las primeras formas de "imágenes de pensamientos". La facultad de reconocer. Las primeras formas de experiencias y sus efectos  186. Del mismo modo que la planta, cuando duerme, trabaja para desarrollar las condiciones que la harán consciente en la zona física, el animal también trabaja durante su sueño para crear las condiciones que lo harán consciente en el auténtico reino humano o incipiente mundo espiritual. Mientras la conciencia diurna de la planta está constituida por el cuerpo del instinto, y su subconciencia por el feto del cuerpo del peso, y el núcleo del feto del cuerpo del sentimiento, la conciencia diurna del animal está constituida por el cuerpo del instinto y del peso, y su subconciencia por el feto del cuerpo del sentimiento y de la inteligencia, y por el núcleo del feto del cuerpo de la intuición. Con la entrada de la planta en el reino animal, comienza así a tener lugar una evolución muy complicada basada en muchos otros factores de gran importancia e influencia, de los que, naturalmente, no hemos podido tratar aquí, por lo cual debemos remitir a los capítulos especiales posteriores de "Livets Bog" sobre estos temas. Si mencionamos estas realidades aquí, es sólo para poner de relieve que, del mismo modo que la subconciencia del ser instintivo limita con la zona física y paulatinamente evoluciona haciendo a este ser consciente en dicha zona, la subconciencia del hombre terreno también limita con la zona de existencia que sucede a la física, para evolucionar llegando a un estándar tal que el ser, a través de él, también puede estar despierto o ser consciente en esta zona de existencia. Esto significa, a su vez, que ahora éste por medio de su subconciencia está desarrollando órganos o cuerpos a través de los cuales podrá pasar de experimentar hechos físicos a experimentar hechos espirituales o "no-físicos". Y a medida que el animal desarrolla esta facultad, se acerca cada vez más al verdadero estadio humano. Esta incipiente facultad es precisamente la que distingue al hombre terreno del animal primitivo, dado que este hombre ya puede comenzar a experimentar y manifestar realidades o hechos espirituales, mientras que el animal primitivo, aparte de experimentar con su percepción vaga, sólo puede experimentar realidades o manifestaciones puramente físicas. Manifestaciones puramente físicas significa aquí manifestaciones que inciden en el cuerpo físico del ser. El animal primitivo sólo nota, de este modo, que experimenta la vida en forma de fuerzas físicas extrañas que inciden en su organismo. Si estas fuerzas están en armonía con este organismo, tienen un efecto agradable sobre el ser. Si, al contrario, están en disonancia con este organismo, el ser experimenta esto como malestar o dolor. Y por medio de esta sensación real de placer y malestar se desarrolla en su conciencia el deseo de estimular él mismo las experiencias de placer y combatir las experiencias desagradables. Este deseo se encuentra, a su vez, en la base de la realidad que llamamos "instinto de conservación". La facultad de "percibir vagamente" o "sentir" se entrena a través del modo agradable o desagradable con que las fuerzas externas inciden sobre el organismo del animal. Por medio de esta facultad, este animal comienza, por consiguiente, a poder distinguir diversos matices o detalles de tipo grosero en la experimentación de placer y malestar. A medida que la facultad de percibir se va desarrollando cada vez más, las experimentaciones de dichos detalles adquieren, de forma correspondiente, formas cada vez más compactas. En virtud de un cuerpo de bienaventuranza de una espiral evolutiva anterior, que todavía existe en el ser, que, a su vez, según análisis posteriores es la base de la realidad que en la zona material se conoce con el concepto "facultad de recordar", estas experiencias anteriormente nombradas se convierten en recuerdos, en imágenes. Y al surgir estas imágenes comienza el ser a tener conciencia de otro mundo, a saber, del mundo que llamamos "mundo de los pensamientos", porque estas imágenes son las primeras incipientes o elementales formas de "pensamientos" o "imágenes de pensamientos". Pero estas "imágenes de pensamientos" son todavía muy vagas o poco nítidas, dado que sólo son reflejos o imágenes de las experiencias, todavía primitivas y toscas, del ser. Por el momento el ser sólo puede definir en virtud del sentimiento y el instinto, pero no por medio de la inteligencia, para ello su inteligencia todavía es demasiado latente. Pero en virtud del cuerpo del recuerdo puede, en forma de recuerdos, retener y guardar las impresiones o percepciones de sus experiencias físicas primitivas. Estos recuerdos, por su parte, engendran en el individuo una especie de "facultad de reconocer", es decir, una facultad de conocer de antemano la naturaleza de la intervención de fuerzas externas dirigidas contra su organismo como placer o malestar. En virtud de esta facultad, el ser, cuando percibe los indicios de que alguna fuerza exterior está empezando a entrar en contacto con su organismo o incidiendo en él, ya puede saber de antemano si este contacto producirá placer o malestar, siempre y cuando tenga recuerdos de un contacto anterior del mismo tipo o tipo parecido, y de este modo puede tomar de antemano las medidas necesarias. Si no ha experimentado anteriormente un contacto de este tipo o parecido, no tiene ningún recuerdo de él y, por consiguiente, tampoco puede tener ninguna facultad de reconocer este contacto y, debido a ello, está a merced de él, tanto si produce placer como si produce malestar. Pero de este modo se crea un nuevo recuerdo en el ser que amplia su facultad de reconocer los indicios de un eventual nuevo contacto futuro del mismo tipo. Y aquí nos encontramos con la primera e incipiente forma de "hacer experiencias". Este hacer experiencias se transforma poco a poco en el regulador del instinto de conservación del ser, se transforma en decisivo para la manera en que el ser reacciona frente a las fuerzas exteriores, es decir, frente a su manifestación. Es, pues, decisivo para sus costumbres y disposiciones y, de este modo, crea nuevos sentidos, nuevas facultades y disposiciones. Y con los nuevos sentidos y las nuevas facultades y disposiciones surgen nuevas "experiencias". Éstas dan, a su vez, lugar a nuevas imágenes de recuerdos que dan, por consiguiente, lugar a un incremento de la facultad de reconocer. Y así el ser llega poco a poco al estadio de hombre terreno.


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