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La conciencia diurna de las plantas y las formas primarias de "placer" y "malestar". Efectos de la proximidad de la planta al reino de la bienaventuranza  183. Como el conjunto de la manifestación de energía de cada reino de existencia se desencadena como dos contrastes que se experimentan como "placer" y "malestar", estas dos activaciones serán, por consiguiente, las formas primarias en un estado concentrado de las que se derivan todas las experiencias que se hacen con cada forma de conciencia diurna. Por lo que respecta a la conciencia diurna del hombre terreno, vemos que en ella estas dos formas primarias, debido al dominio que este ser tiene de la energía del peso o a su estado evolutivo más avanzado, se presentan detalladas con una inmensa cantidad de matices tales como pensamientos, conceptos, idiomas, obras de arte, edificios, vestidos, guerra, dolor, desgracias, etc., realidades todas ellas que, en mayor o menor grado, se pueden hacer remontar a la forma primaria "placer" o a la forma primaria "malestar". Debido al estadio primitivo en que la planta se encuentra en la espiral de evolución, en su conciencia no pueden tener lugar unos detalles de este tipo. Estas dos formas primarias aparecen aquí, por consiguiente, sin detalles. Esto significa, a su vez, que la conciencia diurna despierta de la planta sólo consiste en la experimentación de una percepción vaga, no detallada, de dichas formas primarias, "placer" y "malestar". La forma de conciencia diurna que posee la planta es la más primitiva de toda la espiral, dado que sólo es instintiva y, por consiguiente, sólo puede manifestar una percepción vaga como vivencia. Pero aunque la conciencia diurna del ser vegetal sea de una naturaleza tan elemental, su reino de existencia está, sin embargo, tan cerca de una de las más altas regiones luminosas de la existencia, que más adelante conoceremos con el nombre de "reino de la bienaventuranza", que sus experiencias hechas con conciencia diurna suponen una percepción vaga de placer tan arrolladora o una luz de bienaventuranza tan penetrante que puede llegar con su reflejo o resplandor hasta el mundo físico a través de la subconciencia de este ser, es decir, a través de la parte de su conciencia que se muestra en el mundo físico como "planta". De las subconciencias de los seres del instinto, cuyo conjunto por lo tanto constituye "el reino vegetal", surgen tantos reflejos de la luz, que estos seres reciben a través de sus conciencias diurnas en forma de percepciones vagas de placer, que dicha luz incluso ilumina de un modo extraordinario el mundo material. ¿Qué sería por ejemplo la Tierra si en ella no hubiera plantas? Desde un punto de vista puramente físico aparecería como un desierto árido y seco. Por todas partes donde encontramos plantas, encontramos un reflejo de bienaventuranza. La alegría o sensación de placer que el hombre evolucionado experimenta en un día veraniego soleado cuando el trigo es mecido por la brisa, y la profusión de flores de los jardines y los prados con su perfume y sus colores lo acarician hasta el fondo de sus pensamientos y su mente, es, pues, un reflejo de la atmósfera de unas regiones más luminosas y puras que el rudo y mortífero mundo material. Pero con esta luz de bienaventuranza que se refleja en un día veraniego a través del reino vegetal, una tendencia, inconsciente o a punto de desaparecer que existe en el individuo, a recordar un mundo de luz que una vez abandonó, a recordar algo que es bello y hermoso, aquí, en medio del más oscuro reino de existencia, recobra vida, adquiere nueva fuerza y vigor para estimular su añoranza de regresar de nuevo a los reinos de la luz. ¿Acaso las plantas no son fuente de inspiración para pintores, escritores y científicos? ¿Acaso las plantas no son las caricias de la naturaleza tanto para sanos como para enfermos, tanto para personas felices como para desdichadas? En cada flor viva está presente el contraste al frío invernal. Mientras haya una flor, el recuerdo de un mundo superior no se puede borrar.


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