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El hombre terreno y las energías espirituales. El hombre terreno es conducido por el gran mandamiento "Amaos los unos a los otros" hacia energías y estados espirituales  175. Cuando un hombre terreno está en condiciones de sentir antipatía contra el despliegue de sufrimiento, esta antipatía se debe, pues, al hecho de que por medio de sus propios sufrimientos a través de vidas anteriores se ha vuelto más receptivo para energías más sutiles, para tendencias de la conciencia más refinadas, lo cual quiere decir que comienza a desarrollar órganos para manifestar una vida afectiva superior y una incipiente vida intelectiva o de la inteligencia. Y con el desarrollo de estos órganos o cuerpos le será posible estar tan alerta a la energía espiritual, y ser tan receptivo con respecto a ella, que podrá vivir y existir sin estar subordinado a la forma de existencia física dura y tosca que manifiesta el reino animal o zona de sufrimientos. Y a medida que el individuo, precisamente, desarrolla sus órganos para poderse servir de una manera legítima de una energía del sentimiento y de la inteligencia más elevada, es receptivo para energías todavía más superiores, a saber, la energía de la intuición y de la bienaventuranza, es decir, energías que lo ponen en condiciones de experimentar la vida fuera del mundo material, energías por medio de las cuales va estando gradualmente en condiciones de experimentar todas las destacadas realidades, fuerzas, ideas e intenciones espirituales o cósmicas que se encuentran tras los fenómenos físicos, su propia existencia inmortal, recuerdos de vidas anteriores, la identidad del universo como un ser vivo, etc. Pero como el estado en que se encuentran estas energías es un estado con un grado de vibración tal, que incluso las formas más elevadas de velocidad física frente a las formas de vibraciones o movimientos cósmicos casi pueden considerarse como inmovilidad, como quietud, se puede comprender que dichas energías sobrepasan totalmente la frontera de todo lo que tiene una naturaleza física y, de este modo, son inaccesibles para la percepción o la investigación física. Pero, sin embargo, por medio del sistema nervioso y cerebral pueden proyectar un leve reflejo o destello en el mundo físico. Pero como estas energías, debido al estado de vibración en que se encuentran, no son de naturaleza física, y debido a ello no pueden ponerse en contacto con órganos físicos, de modo que fundamentalmente puedan experimentarse por medio de éstos, sólo pueden, pues, experimentarse por medio de órganos espirituales. Y en el mismo grado en que el individuo desarrolla estos órganos, en este mismo grado está en condiciones de poder reaccionar frente a una forma cada vez más sutil de sentimiento e inteligencia. Es por ello que el ideal del hombre terreno evolucionado se concentra en el gran mandamiento: "Amaos los unos a los otros", ya que este mandamiento invita a desarrollar amor que, a su vez, equivale a una combinación armoniosa de sentimiento e inteligencia en su forma más pura, del mismo modo que este ideal, por medio de su mandamiento "No matarás" invita a rechazar la energía del peso que es la energía fundamental del mundo físico o el principal factor desencadenante de todas las formas de brutalidad, dureza, canibalismo, etc. El hombre terreno está así alejándose de la existencia física en dirección a un mundo espiritual, lo que a su vez quiere decir que de solamente ser receptivo a la influencia de estruendos toscos y drásticos va camino de ser receptivo a una influencia de unas dimensiones más moderadas o sin ruido. El ser que dormía va camino de transformarse en un ser despierto.


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