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Véase el símbolo nº 4 en nueva ventana    

 

Explicación del símbolo propiamente dicho. La intolerancia de la humanidad terrena como un obstáculo para los impulsos mundiales. La Tierra se encuentra en medio de un gran incendio destructor mantenido por la intolerancia, el odio y la ira de cada individuo concreto. "Amaos los unos a los otros" o los doce puntos de este gran mandamiento como agua extintora de dicho incendio. La buena tierra. La buena semilla. El camino hacia la verdad y la vida. El acceso a una existencia transfigurada, a la convivencia con la Divinidad eterna.  170. En el símbolo n.º 4 vemos un cuerpo luminoso que lanza sus rayos hacia el universo. Este cuerpo simboliza lo mismo que el símbolo n.º 2 "el principio creador divino", y los rayos los impulsos cósmicos mundiales . Pero para poder mostrar estos impulsos en relación con la intolerancia, en el símbolo n.º 4 nos hemos visto precisados a colocarlos de una manera un poco distinta que en el símbolo n.º 2. Mientras los impulsos del n.º 2 salen como aros, en el n.º 4 surgen como haces de rayos del mismo tamaño. Cada haz de rayos simboliza, de este modo, un impulso mundial. A la derecha del símbolo vemos representado el globo terrestre. El haz de rayos, que en la ilustración aparece debajo del globo terrestre, simboliza el viejo impulso mundial, mientras que el haz de rayos que pasa por la parte superior simboliza el nuevo impulso mundial. Ambos impulsos forman parte de la irradiación luminosa del "principio creador divino" y representan, por consiguiente, la energía del amor. Observando más detalladamente la dirección de estos impulsos en el símbolo, vemos que se dirigirían al globo terrestre y lo llenarían completamente si no encontrasen en su trayectoria o camino un obstáculo. Este obstáculo es la intolerancia de la humanidad terrena. Ya sabemos que dicha humanidad puede dividirse en dos grupos, según pertenezca al viejo o al nuevo impulso mundial. A estos dos grupos los hemos designado como "grupo A" y "grupo B". Al igual que en el símbolo n.º 3, estos dos grupos también están en el símbolo n.º 4 como dos estrellas. La estrella superior representa, de este modo, el grupo A o los seres que son receptivos para el nuevo impulso mundial, mientras que la inferior representa el grupo B o los seres que todavía forman parte del viejo impulso mundial. De varios de los seres que forman parte del viejo impulso mundial surgirá, tal como ya sabemos por las categorías, una cierta corriente de intolerancia dirigida especialmente contra los seres que han evolucionado pasando a formar parte del nuevo impulso mundial, del mismo modo que también de algunos de estos últimos surgirá una corriente de intolerancia que, en su mayor parte, irá dirigida contra los seres del viejo impulso mundial. Esto está simbolizado por las dos irradiaciones de color naranja que surgen de las estrellas. Si a estas dos irradiaciones de intolerancia se las dejase correr libremente, estarían, tal como se muestra en la ilustración, en condiciones de apartar los impulsos mundiales o todo tipo de energía espiritual superior o fuerza del amor de la Tierra. Ésta estaría dominada por unas realidades que rápidamente tendrían como consecuencia su fin total. Estas realidades están representadas en el símbolo como fuego. Pero gracias al plan divino con el universo, los impulsos del amor son ahora tan fuertes, y la Tierra ha avanzado tanto en su evolución que algo tan drástico no puede tener lugar en absoluto. Pero por esto no hay que creer que el mundo está fuera de peligro o al margen de este incendio, al contrario, la Tierra se encuentra, de hecho de un modo muy intenso, entre llamas devoradoras. Y cada individuo alimenta con leña o mantiene este fuego devorador con su intolerancia, con su ira o indignación, con sus bajas tendencias animales o con todas las manifestaciones que van contra el internacionalismo o interés común, que van contra el altruismo o la abnegación. Este fuego, en medio del cual se encuentra la Tierra, está compuesto por todo lo que se agrupa con el concepto "sufrimiento", tal como guerra, mutilación, desgracias, pobreza, hambre, paro laboral, enfermedad y catástrofes naturales portadoras de muerte. Como todas estas realidades son leña para este fuego, será evidente para muchos que la Tierra se encuentra nada menos que en medio de un incendio gigantesco. Y cada individuo colabora en el mantenimiento de este fuego según manifieste egoísmo e intolerancia, del mismo modo que, en mayor o menor grado, lleva "agua" para apagar este mismo fuego según manifieste altruismo y tolerancia. En el capítulo anterior hemos puesto de relieve las realidades que son especialmente "inflamables" o que mantienen el fuego, y las realidades que son de un modo especial idóneas como "agua" para el mismo fuego. Las realidades inflamables tienen su raíz en el hecho de que en el régimen social las condiciones para que florezca el egoísmo son muy fuertes, mientras que "el agua que apaga el incendio" se concentra, en cambio, en todas aquellas realidades que forman parte del cumplimiento del gran mandamiento "Amaos los unos a los otros", que a su vez se expresan en los doce puntos expuestos así mismo en el anterior capítulo.
      Así pues, cada individuo puede hoy en día ayudar actualmente con su modo de ser a mantener el fuego citado y, entonces, colaborar en la quema de todo lo que se llama cultura y régimen social, todo lo que se llama arte y progreso, todo lo que se llama paz y felicidad. Pero con su modo de ser también puede hoy en día ayudar a apagar el fuego y, entonces, colabora con el hecho de llevar a la humanidad hacia la perfección, hacia el espíritu, la cultura y el amor, hacia el gran nacimiento o la resurrección a la verdadera vida. Y el factor más importante y único del trabajo extintor del fuego de este individuo será, única y exclusivamente, su manifestación de un modo de ser en la práctica impregnado de amor y tolerancia para con su entorno, aunque también tenga un caudal extraordinario de conocimientos adquiridos por propia experiencia o a través de otros seres. Su influencia teórica sobre otros seres es un factor secundario en relación con su modo de actuar práctico. Hay que comprender que el verdadero campo de trabajo para un individuo sólo se encuentra allí donde pueda alegrar e inspirar a los seres que le rodean con sus conocimientos y su modo de ser, y únicamente allí puede sembrar la simiente de la sabiduría y el amor. Sólo allí se encuentra la buena tierra que da el ciento por uno. Todas las divergencias con respecto a esto serán en mayor o menor grado mala semilla, serán en mayor o menor grado mala tierra que, por lo tanto, sólo pueden dar, de modo correspondiente, resultados más o menos deformes que no pueden ser de ningún modo los representantes dignos de una forma tan elevada de conciencia como aquella a cuyo encuentro irá la Tierra gracias a su actual iniciación. El único camino que lleva al gran nacimiento es, pues, consagrar su vida a la creación de un modo de ser cuyas huellas sólo pueden exclusivamente ser paz, luz y amor hacia todos los seres. Esto es el camino hacia la verdad y la vida. Esto es lo que da acceso a una existencia transfigurada, a una convivencia con la Divinidad eterna.


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