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Lo que hace que se combinen la inteligencia y el sentimiento. Las fuerzas que dominan la voluntad no pueden transformarse por medio de una dictadura. Un eslabón que falta en la cadena de experiencias del individuo. Es inútil usar la cólera, los castigos corporales, etc., en la enseñanza. Seres a los que el eslabón de la cadena de experiencias que les falta todavía son "castigos corporales" y sufrimiento. Algunas de las cosas con las que un ser que desea alcanzar una existencia transfigurada tiene que estar de acuerdo  160. Como la relación especial que hay en la conciencia del individuo entre la inteligencia y el sentimiento es la causa desencadenante de la creación de su modo particular de concebir la vida a su alrededor o de concebir la existencia y, por consiguiente, el factor determinante que desencadena su voluntad o actuación, surge de nuevo la pregunta sobre qué es lo que se encuentra en la base del hecho de que la relación entre la inteligencia y el sentimiento no sea precisamente la misma para todos los individuos. Pero como la respuesta satisfactoria al respecto únicamente puede tener lugar por medio de un análisis del proceso evolutivo de todo el individuo, sólo podemos hacer este análisis en posteriores capítulos de "Livets Bog". Sin embargo, mencionaremos aquí que la causa es un factor evolutivo que se debe al destino del individuo o a las zonas en que ha hecho experiencias en anteriores vidas terrenas, a su más o menos prominente experimentación del sufrimiento, y a la relación que el polo femenino y el polo masculino tienen en su conciencia, etc. Pero esto no tiene ninguna importancia para la introducción. Aquí, al contrario, lo único que es importante es hacerles comprender a los individuos que el modo en que un ser concibe la vida no es un acto de voluntad, sino un acto que es sostenido por su naturaleza y sus disposiciones más profundas, y que naturalmente no puede ser dictado por otros seres. Con violencia y persecución se puede reprimir la concepción y las disposiciones religiosas del individuo, de modo que sólo en secreto o a solas se atreva a manifestarlas, pero de hecho nada ha cambiado con ello. Se pueden, pues, reprimir los aspectos de la naturaleza y del modo de manifestarse que están sometidos a su voluntad, pero no las tendencias o disposiciones que se encuentran tras ella y la determinan. Éstas no pueden transformarse por medio de una dictadura sino, al contrario, sólo por medio de evolución, lo cual quiere decir por medio de las propias experiencias hechas gradualmente por el individuo. Sin embargo éste, cuando ha alcanzado un cierto estadio evolutivo, y en los campos en que no está sugestionado, es receptivo a una influencia o enseñanza teórica, es decir, es receptivo a lo que otros seres manifiestan sobre sus experiencias. Pero en este caso es necesario que las fuerzas anímicas del individuo estén impregnadas de experiencias emparentadas con las experiencias que se manifiestan a través de la enseñanza en cuestión o, hasta cierto punto, se les parezcan, porque en caso contrario éstas últimas le parecerán inverosímiles al individuo en cuestión. Habrá una especie de vacío, faltará un eslabón entre las propias experiencias del individuo y las ajenas. Cuando un individuo normal, que no está sujeto a la sugestión, no capta o no comprende alguna teoría o enseñanza natural, esto se debe precisamente a que falta un eslabón de este tipo entre sus propias experiencias y las experiencias que se muestran a través de dicha enseñanza. El vacío que este eslabón deja sólo puede, naturalmente, llenarse a base de que este individuo haga por sí mismo las experiencias del tipo que precisamente ha originado ese vacío. Cuando un individuo normal no puede adquirir un conocimiento teórico en un campo determinado, ya sea religioso o material, no sirve de nada intentar estimular esta enseñanza por medio de ira, castigos corporales u otros tipos de cosas desagradables. De este modo el individuo no llena este vacío, ya que lo que vive o las experiencias que hace siendo objeto de la indignación de otro ser, son de una categoría muy distinta a las experiencias que le faltan y, de este modo, no facilitarán de ninguna manera su receptividad con respecto a la enseñanza. Con ira y tortura no se puede crear inteligencia o talentos en los individuos. Es cierto que en la humanidad terrena hay muchos seres que todavía no han experimentado una cantidad suficiente de castigos corporales y sufrimientos y, por consiguiente, en este campo les falta un eslabón en su cadena de experiencias, pero se trata de seres que en todas las situaciones se sirven ellos mismos de procedimientos semejantes, con lo cual ponen en evidencia que forman parte de una zona que se encuentra muy por debajo de la zona en que se puede adquirir una forma superior de experimentar la verdad o luz divina. Cada ser que desea alcanzar una existencia transfigurada tiene que estar de acuerdo con los análisis aquí descritos, de modo que nunca, en ninguna circunstancia, se sirva de alguno de los medios o expresiones desencadenados por la ira o la indignación, tiene que estar de acuerdo en que cualquier forma de "ira santa" o "indignación justa" es ilusoria y absolutamente imposible en una forma superior de existencia. Cada ser que es intolerante es víctima de una ilusión y todavía pertenece a una zona evolutiva primitiva. Mientras se sea capaz de actuar infiriendo castigos corporales y sufrimientos, se da por descontado que, naturalmente, se es un instrumento de la Providencia en los campos y zonas en que la vida de la conciencia todavía es tan ruda que sólo unos medios drásticos de este tipo pueden ejercer una influencia en los seres. Pero igual de natural es que cuando uno evoluciona hasta el punto de no poder manifestar intolerancia ni causar sufrimientos, sino que al contrario sólo es capaz de manifestar amor y sabiduría, será el instrumento de la Providencia en este campo y, por consiguiente, será trasladado a zonas en las que la sensibilidad de los individuos está tan avanzada que su posterior evolución puede ser estimulada en grado suficiente por esta sutil y sublime energía o fuerza espiritual.


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