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Segunda subcategoría. Fanatismo. "Los reclutas" y "aprendices" de las sociedades religiosas. Las fuerzas que disuelven las sociedades espirituales. La primera resistencia al nuevo impulso mundial  126. Segunda subcategoría. Con los análisis de los seres de la primera categoría y de la primera subcategoría de la segunda categoría hemos tratado de los puestos más avanzados o periféricos de la humanidad terrena camino hacia la luz. Por medio de los análisis de los seres de las sucesivas subcategorías de la segunda categoría nos iremos acercando cada vez más a la inmensa mayoría y a los estados de conciencia más extendidos.
      Los seres de la segunda subcategoría que se acercan más a los seres de la primera subcategoría se parecen, naturalmente, mucho a estos en el aspecto espiritual, pero la facultad del buen sentido con respecto al sentimiento es mucho menor en ellos que en los seres de la primera subcategoría. Y cuanto más lejos se está de la zona de esta subcategoría, esto se hace valer cada vez más. Los seres de esta subcategoría y de las subcategorías siguientes manifiestan, por consiguiente, una larga serie de diversas formas de vida afectiva mal dominada y, a veces, incluso desencaminada. Como la vida afectiva es el fundamento de lo que llamamos "religiosidad", y dicha vida afectiva tiene mucha preponderancia en estos seres, estarán muy dispuestos para la religiosidad. Pero esta disposición estará, por su parte, más o menos desprovista de inteligencia en el mismo grado que la inteligencia sea demasiado pequeña en relación con el sentimiento en los seres en cuestión. Su religiosidad constará, pues, en su mayor parte de sentimiento desprovisto de inteligencia, lo cual es lo mismo que "fanatismo". Es por ello que entre los seres de estas subcategorías de la segunda categoría aquí descritas encontraremos mucho fanatismo religioso. Entre los seres de la segunda subcategoría encontramos a muchos como miembros de las sociedades, asociaciones o sectas espirituales más relevantes surgidas en los últimos tiempos. Mientras los seres de la primera subcategoría, que encontramos como miembros de dichas sociedades, viven en contacto total con las ideas, leyes y principios de éstas, están en armonía con su espíritu original y, de este modo, pueden de alguna manera considerarse, por lo que respecta a la evolución, como miembros "natos", los seres de la segunda subcategoría, que también encontramos como miembros de las mismas sociedades no pueden considerarse como miembros "natos" o como miembros debido a sus disposiciones o cualidades, sino que más bien son miembros a causa de un carné de socio. Por consiguiente sólo son, en realidad, "los reclutas" o "los aprendices" de estas sociedades, lo cual se manifiesta en el hecho de que todavía no han adquirido la tolerancia, la humildad, el altruismo y la moral que el fundador u origen de su sociedad ha manifestado. Esto significa, a su vez, que en este caso su vida afectiva, desequilibrada se manifiesta por medio de la indignación y la subestimación que sienten contra otras sociedades espirituales que no sean la propia, a la que sobreestiman alegando que es la única que salva. Como todavía muestran en muy alto grado egoísmo y ambición, cegados por la gran cantidad de conocimiento teórico con que su sociedad los ha enriquecido, aspiran a alcanzar los puestos dirigentes o cargos de responsabilidad de esta sociedad. Este conocimiento adquirido, que en su ingenuidad y egoísmo creen que es conocimiento propio, es una carga que produce en ellos una soberbia espiritual que, a su vez, debilita su facultad de buen sentido en un grado tal que no pueden ver lo poco capacitados que están, no pueden ver su verdadera identidad como "reclutas" o "aprendices" de su sociedad. Por esto podemos ver el raro hecho de que la dirección de una sociedad religiosa de este tipo a veces ha pasado totalmente a manos de sus miembros menos evolucionados, y que quienes predican, dan conferencias o dirigen grupos son exclusivamente teóricos y, debido a ello, a veces dan conferencias a un auditorio en el que hay personas que, con respecto a observar o cumplir las tradiciones de la sociedad en cuestión, les son muy superiores o tienen cualidades suficientes para ser sus legítimos maestros o dirigentes natos. El resultado de esto es, naturalmente, que estas últimas gradualmente se dan de baja de dicha sociedad, ésta pierde de modo correspondiente su valor espiritual y no puede seguir manifestando el elevado grado de estándar espiritual que, en su comienzo, su origen había determinado que debía manifestar. Cuando una sociedad religiosa ha llegado a ese punto en que seres intolerantes, ambiciosos y egoístas se han apoderado de su dirección, va inexorablemente camino de disolverse. Intolerancia, ambición, egoísmo y soberbia son, pues, las fuerzas que disuelven las sociedades espirituales y, en el peor de los casos, pueden hacer que tales sociedades espirituales o asociaciones puedan compararse con soles o planetas muertos y quemados que, en forma de lunas, van camino de su descomposición o destrucción. Cuando las fuerzas citadas se han ido apoderando de una sociedad espiritual, esto manifiesta en realidad que esta sociedad ha representado su papel y ahora esta muriendo y, por consiguiente, terminando su misión.
      Como las fuerzas del nuevo impulso mundial ya han actuado durante largo tiempo a escondidas sobre los seres de la segunda subcategoría, éstos tienen indudablemente la sensación de que el mundo necesita una renovación espiritual, y que está teniendo lugar una renovación de este tipo, pero en su ingenuidad, soberbia y ambición algunos de estos seres tienen una convicción casi inquebrantable de que dicha renovación sólo puede llegar a través de su sociedad particular, y que su origen ha dado al mundo todo el conocimiento espiritual que éste necesita, es más, este origen es a veces considerado como un redentor del mundo, una especie de mesías, incluso a pesar de que éste lo haya negado rotundamente. Tales seres van totalmente en contra del espíritu de su propia sociedad y con su entusiasmo e hipersensibilidad sentirán animosidad contra el nuevo impulso mundial en todas partes donde éste se muestre en ideas y hechos que no formen parte de la terminología ni de las expectativas de su propia sociedad. Dicho impulso mundial encontrará aquí la primera resistencia y se nos confirmarán las palabras del Nazareno: "Y los primeros serán los últimos".


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