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Índice de En torno al nacimiento de mi misión   

 

 
Capítulo 4
¿Por qué «las revelaciones» no pueden ser hoy tan posibles como antaño?
Tu propia religión te enseña que existe algo que está por encima de «la fe»; a saber, la experiencia de la vivencia de la luz. Si dicha experiencia no existiese, jamás habrías adquirido ni poseído la luz divina de la fe, ni nunca habrías experimentado nada sobre una Divinidad, sobre las grandes soluciones a la vida o las verdades eternas que dicen: «lo que uno siembre eso cosechará», «Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios», «amaros los unos a los otros», «todo es muy bueno»*, que precisamente en conjunto forman el fundamento esencial de toda existencia.
      Si Moisés, los profetas, los redentores del mundo, los apóstoles y otros representantes de la sabiduría en la historia del mundo no hubiesen experimentado el espíritu de Dios, ¿cómo se habría podido escribir la Biblia, cómo se habrían podido escribir otros libros de enseñanza divinos? ¿Cómo podrías entonces haber alcanzado esa «salvación» o «bienaventuranza» que ahora constituye toda tu felicidad en la vida? El que las mencionadas personas han aportado nuevos puntos de vista divinos a la mentalidad de la humanidad, es un hecho; pero simultáneamente, es también un hecho el que dichas personas han aportado algo que no pueden haber leído de antemano, algo que nadie puede haberles contado. Estos nuevos puntos de vista surgieron en su propia conciencia, en su propia mentalidad; son por consiguiente, una experiencia propia y constituyen un conocimiento de primera mano.
      Y cuando, de este modo, es un hecho el que la sabiduría a través de los siglos ha venido al mundo por medio de personas aptas para ello, ¿por qué, pues, esta forma de transmisión no debe continuar?, ¿por qué dichas personas deben ser sólo materias históricas, acontecimientos pretéritos? ¿Por qué estos fenómenos deben ser hoy solamente objetos mentales de museo? ¿Es lógico suponer que esa sabia Providencia – en la que tú de un modo u otro y en tan alto grado crees – no debería tener hoy el mismo interés en manifestar su elevada sabiduría por medio de personas vivas, en mostrar sus revelaciones como hechos de carne y hueso bajo el sol y la luz del siglo XX, como en días y noches de siglos pasados? ¿Es lógico suponer que las generaciones actuales tienen menos necesidad que las antiguas de que les sean reveladas las grandes verdades de la vida como acontecimientos visibles, como hechos palpables en medio de su vida diaria? ¿No es precisamente un hecho que el pensamiento moderno de tipo científico mina la capacidad de creer, y que al hombre moderno que se interesa por la ciencia no le es tan fácil «el creer» como al hombre tradicional?
 
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* Notas aclaratorias de la traductora: Extracto de Gn. 1,31: «Y Dios vio todo lo que había hecho, y he aquí que era muy bueno», que Martinus expresa en presente.


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