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Índice de En torno al nacimiento de mi misión   

 

 
Capítulo 15
De lo que mis amigos fueron testigos
Me encontraba en este nuevo estado, que acabo de citar, cuando volví a casa de mi instruido amigo para devolverle su libro. Y él, igual que mi compañero de oficina, y todos mis amigos – tanto los de entonces como los que posteriormente iba a encontrar – fue testigo de mi transformación; fue testigo de que una persona puede adquirir conocimiento por medio de otros caminos que los exteriores, visibles y ordinarios, que otros hombres deben necesariamente seguir. Para ellos se convirtió en un hecho el que una milagrosa fuerza de información pueda llenar por completo a una persona ignorante y, totalmente al margen de libros o del saber y de las investigaciones de otros, hacer de ella una capacidad en todo lo que concierne a los hechos, al conocimiento y a la más elevada sabiduría de la vida, o una capacidad en todo lo que concierne a la información religiosa. Ellos son los testigos, en el siglo XX, de la existencia del espíritu santo. Se les ha permitido ver la repetición de las revelaciones del pasado en carne y hueso; ser testigos de como los grandes principios de la vida, las frases eternas, «las palabras inmortales de Dios», se encarnan en materia física, se transforman «en libros santos» que pueden ser pan espiritual para las generaciones humanas a través de los tiempos y la eternidad. Ojalá estas personas puedan siempre, con agradecimiento y amor hacia el Padre eterno, recordar y comprender justamente las cosas de las que, por medio de esta experiencia, han tenido el privilegio de ser testigos.


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