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| Índice de En torno al nacimiento de mi misión |
Capítulo 13
Mi estado antes de mis experiencias espirituales
Desde mi más temprana infancia, y hasta una tarde del mes de marzo del año 1921, yo era, en el plano físico, tan ignorante sobre todo lo que se refiere a «las realidades espirituales» como cualquier hombre ordinario tomado al azar de entre la muchedumbre.
Yo no sabía nada sobre la inmortalidad ni sobre la reencarnación.
No conocía ni las leyes del destino ni la verdadera identidad de los animales.
No sabía nada sobre la autoridad del amor ni sobre el verdadero misterio de la creación; no había tenido, todavía, ninguna experiencia real de la proximidad personal de la Divinidad en mi propio espíritu.
Desde un punto de vista religioso era una hoja en blanco.
El que este estado pudiese permanecer hasta mi edad madura fue debido, en este caso, a la feliz circunstancia de que mi destino nunca me había puesto en contacto con ningún libro religioso ni ninguna secta, a excepción de lo que corresponde a la enseñanza religiosa infantil dentro de la Iglesia nacional danesa.
Sin embargo, yo era profundamente religioso y tenía un sincero amor a Dios.
No recuerdo ningún día en el que no haya rogado a Dios.
Pero esta religiosidad era mi secreto, mi santuario.
Jesús era mi más alto ideal y mi regla de conducta.
En todos los momentos de duda me preguntaba: ¿«Qué haría Jesús en esta situación»?, y la respuesta venía en seguida.
Tras pocos segundos sabía yo cómo Jesús reaccionaría en la citada situación.
Y esto me encaminó al Padre, me encaminó hacía la proximidad de Dios.
Y obedeciendo esta prescripción divina que se me daba en cada situación, atravesé limpio, ileso y libre de todo riesgo todos los obstáculos, tentaciones y trampas que en mayor o menor grado todo ser terreno, todo hombre nacido en este mundo, debe atravesar.
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