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Índice de Dos clases de amor   

 

 
Capítulo 8
Lo que hace que los seres sean receptivos para mandatos humanos o para ser orientados en la moral y el modo de ser del amor universal
La transformación del ser de animal en hombre no puede, como hemos dicho, tener de ninguna manera lugar simplemente con mandatos morales o santos en forma de escritos y palabras. Este tipo de influencia sobre el ser sólo es, en realidad, una orientación a aquel ser que ya ha evolucionado más o menos de animal a hombre. En los campos de su conciencia o psique en que su naturaleza animal aún no se ha transformado en absoluto en la humana, es totalmente inmune a dicha influencia humana. Por consiguiente, carece totalmente de la facultad de comprenderla. Si el ser, con su propio modo cotidiano de ser oscuro, inacabado e inhumano, no estimulase él mismo de una manera puramente automática y no consciente su transformación de animal en hombre, no podría jamás llegar a ser «el hombre a imagen y semejanza de Dios». Pero la ley de la creación de destino de los seres está tan divinamente dispuesta que requiere que todo lo que un ser le hace a otro con su modo de ser regrese a él en forma de su destino futuro. Los efectos de la actuación del ser sobre su prójimo darán lugar, al regresar a su origen, a un destino de modo correspondiente malo o bueno, según esta actuación haya sido mala o buena. Mientras la naturaleza animal todavía sea la dominante en el hombre, éste, claro está, crea con su modo de ser cotidiano un destino muy oscuro, con sufrimientos y molestias, para su prójimo o su entorno. Estos sufrimientos, al regresar a su origen, también le crean en lo sucesivo a su origen sufrimientos correspondientes o un destino oscuro semejante. Este destino oscuro crea poco a poco en el ser la incipiente facultad humana o primer tierno brote de la facultad de amor universal. En virtud del crecimiento de esta incipiente facultad humana, la naturaleza animal en la psique o conciencia del ser y, con ello, en su modo de ser degenera correspondientemente. Surge la facultad de ser incapaz de hacer daño. El ser comienza a sentir deseos de modificar su modo de vivir en el sentido del humanitarismo. Y entonces comienza a ser receptivo para el divino mandato de humanitarismo o amor al prójimo o amor universal. Y es para estos hombres que se han dado todos los mandatos humanos de la redención del mundo por medio de los redentores del mundo, las religiones humanas, el cristianismo y la ciencia del espíritu. Su receptividad para ellos se debe, así pues, a su incipiente naturaleza humana en su mentalidad o psique. Esto significa así, en realidad, que los seres, para que se pueda ejercer una influencia sobre ellos por escrito y con palabras, ya tienen que estar tan avanzados en su evolución que su naturaleza y modo de ser animal más o menos les disguste. Comienzan a no poder hacer daño a otros seres. En su psique o modo de ser comienza a surgir el humanitarismo o amor al prójimo. Los seres, en los que la naturaleza humana no está tan desarrollada, son totalmente insensibles a los grandes mandatos de amor al prójimo mencionados, que han sido transmitidos. Todavía viven, en mayor o menor grado, con la naturaleza animal o según el principio que dice: que cada cual que se ocupe de sí mismo.


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