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Índice de Dos clases de amor   

 

 
Capítulo 40
El hombre incipiente
Por medio de todo lo antecedente nos hemos dado una pequeña idea de cada uno de los principios dirigentes o soportadores de la creación del hombre por Dios. Así hemos visto este proceso divino desde el estado del ser-adán, su salida del reino de la bienaventuranza, su evolución a través de las formas de vida minerales y vegetales, su transformación en ser «unipolar» por medio de «la creación de Eva», su evolución posterior en animal y hemos llegado hasta «la muerte de Eva» o transformación del animal en la incipiente bipolaridad y, con ella, incipiente conciencia humana. Hemos visto que esta conciencia humana por el momento sólo se ha manifestado como sentimiento primitivo e incipiente inteligencia. Esta adición de talentos humanos a la psique del animal amplió la mentalidad o facultad del animal. De este modo adquirió rápidamente superioridad sobre los otros animales. Es conforme a esta facultad más desarrollada y a esta superioridad que el ser ha recibido el predicado «hombre». Pero de este hombre incipiente al «hombre a imagen de Dios» hay un trecho muy largo. Este animal transformado había, ciertamente, adquirido una incipiente facultad humana, pero no había adquirido ningún talento humano o de amor al prójimo. Por esto, estaba todavía en el estadio del animal. Carecía, por consiguiente, totalmente de amor. El fundamento de su vida era el amor unipolar de apareamiento y el acto de apareamiento, igual que en los animales. El polo contrario del ser, que ahora había comenzado a desarrollarse era todavía tan débil, que el ser todavía era predominantemente unipolar, y el más alto fundamento de su vida era el apareamiento con un ser de sexo contrario y el consiguiente acto de apareamiento. Los hombres incipientes se dividían, por lo demás, en seres de sexo masculino y seres de sexo femenino. Así pues, en realidad todavía eran animales y sólo en un grado muy reducido hombres. El verdadero amor universal no existía, como hemos dicho, en estos seres. Seguían viviendo en el amor de apareamiento. Comenzaban a ser humanos, pero sólo desde el punto de vista de la inteligencia. Sus sentimientos eran todavía primitivos, brutales o animales.


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