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Índice de Dos clases de amor   

 

 
Capítulo 4
El plan de Dios con el ser inacabado
Así pues, no es la intención de la vida que el espíritu de Dios siga pudiéndose solamente experimentar por el ser vivo como un destello de voluptuosidad y bienaventuranza culminante, mientras el resto de su vida cotidiana tenga que ser una oscuridad o infierno más o menos culminante. La intención de Dios con el ser vivo no es sólo hacer de él un «animal», un ser cuyas condiciones de vida son matar a otros seres y devorar sus organismos como alimento y, con ello, estar predestinado a un destino desdichado, mutilador y mortífero.
      Que no obstante sea así, se debe exclusivamente a que la conciencia y el modo de ser que se desprende de ella sólo puede adquirirse haciendo experiencias. Es imposible que un ser sepa algo de lo que nunca ha vivido o de lo que nunca ha oído hablar. Como un modo de ser totalmente perfecto exige conocimiento y facultad de poderlo manifestar, el ser vivo tiene que tener acceso a la creación de experiencias o experimentación de la vida que le pueda dar este conocimiento y esta facultad. Cómo podría saber si algo es bueno o malo, si algo es perfecto o imperfecto, si no tuviera la posibilidad de experimentarlo viviéndolo él mismo.
      ¿Cómo podrá un ser convertirse en la imagen de Dios, si no tiene ningún conocimiento en absoluto de lo que es bueno y lo que es malo? No era, precisamente, el conocimiento de Dios sobre lo que era bueno y lo que era malo lo que tenía que llegarles a los seres con «el disfrute del árbol de la ciencia del bien y del mal»? ¿No fue precisamente «la serpiente» la que guió a «Eva» para que comprendiera el plan de Dios con respecto al disfrute del árbol de la ciencia? (Véase Gn. 3,4) «Entonces le dijo la serpiente a la mujer: ¡Oh! Ciertamente que no moriréis. Sabe Dios que el día en que comiereis de él se abrirán vuestros ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal». ¿Cómo podría convertirse el ser en «el hombre a imagen y semejanza de Dios» sin tener conocimiento del bien y del mal? Este conocimiento del bien y del mal como saber y como facultad, en teoría y en la práctica, es la condición absolutamente más importante para que el ser aparezca a «imagen y semejanza de Dios». La serpiente no fue, por consiguiente, ningún «diablo» que sedujo o apartó a «Eva» de su camino, sino un ser que la guió. En «la serpiente» vemos, por lo tanto, a un ser al servicio del principio de la redención del mundo o del principio Cristo. Y así comprendemos aquí que la vida cotidiana del ser vivo en el reino animal o mundo de la oscuridad es lo mismo que «el disfrute del árbol de la ciencia». Esto es sobre todo válido para el hombre inacabado, que, claro está, forma parte del reino animal con la parte de su conciencia que todavía es animal (egoísta, rencorosa, intolerante, envidiosa, celosa y sangrienta).
      Si los hombres terrenos viven en medio de tanta oscuridad es, precisamente, porque todavía ignoran en muy alto grado cómo tienen que vivir para liberarse de la oscuridad y los sufrimientos y así llegar a experimentar la existencia totalmente perfecta, en la que no hay guerra, muerte ni dolor. Por consiguiente, tienen que seguir odiando, asesinando, matando, mutilando y destruyendo allí donde todavía no están evolucionados para adquirir verdadero conocimiento sobre lo funesto que es vivir en un primitivismo e ignorancia así y en el consiguiente infierno. Tienen que seguir devorando los organismos de otros seres como alimento. Con respecto a esto, el hombre terreno inacabado no es ninguna excepción. Mientras los animales viven en organismos que, en sí mismos, son verdaderas armas homicidas, los hombres viven en organismos con los cuales han estado en condiciones de crear armas atómicas o nucleares. Con ellas han ampliado su capacidad homicida millones de veces. Con esta capacidad homicida y de destrucción, están en condiciones de destruir ciudades millonarias con su población y bienes culturales en pocos segundos. Sí, podrían aniquilar toda la vida física de la Tierra, si el objetivo o la intención de la Divinidad con los seres vivos fuera algo muy distinto. La intención no es que el ser vivo evolucione para convertirse permanentemente en un «ser diabólico» con gigantescas fuerzas homicidas, portadoras de dolor y sufrimiento. La estructura cósmica del universo y las consiguientes leyes de vida para la conciencia y modo de ser de los seres vivos condicionan que el destino de estos seres, ya sea bueno o malo, sólo sea una copia del modo de ser que han desplegado ante su prójimo y su entorno.
      «Disfrutando del árbol de la ciencia» vida tras vida llegan al conocimiento total sobre esta creación de destino de los seres. Y por medio de los sufrimientos de los seres, que son fruto de sufrimientos anteriores que ellos mismos, vida tras vida, han causado a su prójimo o a otros seres, surge la facultad humana o facultad de ser incapaces de hacerles daño a otros seres. Así surge, poco a poco, en el ser el deseo de ser exclusivamente una alegría y una bendición para todo lo vivo. Esto es, a su vez, lo mismo que «ser uno con Dios». Y en el ser vivo con este modo de ser tenemos ante nosotros al «hombre a imagen y semejanza de Dios». La transformación del ser vivo en esta revelación divina de la imagen de Dios irradiando amor universal o la luz eterna hacia todo y todos es, así pues, el plan u objetivo de Dios con todo lo que, en resumidas cuentas, tiene lugar ante nuestros ojos aquí en el oscuro reino animal, en el mundo de la guerra y los sufrimientos.


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