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Índice de Dos clases de amor   

 

 
Capítulo 36
El ser se convierte en bipolar y adquiere la facultad humana
Como hemos visto, los hombres terrenos no son unos hombres cuya evolución está terminada. Hay todavía mucho que muestra que siguen teniendo tendencias animales en su modo de ser. ¿Qué es, entonces, lo que muestra que son hombres? Lo que muestra que son hombres es la maravillosa facultad con la que se elevan por encima de la psique de los animales. Esta facultad es tan sobresaliente, en relación con la de los animales, que hace que los hombres aparezcan casi como dioses con respecto a los animales. ¿Qué estructura orgánica es la que, de este modo, hace que el hombre se ponga por encima del animal? Para obtener una respuesta el respecto tenemos que volver hacia atrás, hacia la estructura polar de los seres. Ya sabemos cómo Dios estimuló el nacimiento del animal con «la creación de Eva». Esta creación manifestaba que los seres habían sido transformados al estado unipolar, con lo cual fueron divididos en «seres de sexo masculino» y «seres de sexo femenino». Con esta transformación y división los seres estaban predestinados a convertirse en «animales». También se puede decir que fueron moldeados orgánicamente para atravesar la oscuridad, lo cual es una condición imprescindible para que el ser pueda más tarde ser iniciado en la más alta luz de la vida, pueda convertirse en «el hombre a imagen y semejanza de Dios».
      Cuando el ser animal ha alcanzado una evolución física tan grande que tiene un organismo semejante al humano, que puede empezar a ser el instrumento para la facultad humana, entonces sucede que el polo que se había estancado con «la creación de Eva» es liberado. Este polo es el órgano para el desarrollo de toda la conciencia humana en el animal. Como los hombres terrenos, en su tiempo como seres mono muy avanzados experimentaron la liberación del polo contrario, con este polo fueron enriquecidos con una estructura de facultades por medio de la cual tenían que evolucionar convirtiéndose en «hombres». Y luego estos seres transformados en incipientes seres bipolares se convirtieron muy rápidamente en superiores a los otros animales. Fueron especialmente el sentimiento y la inteligencia los que empezaron a evolucionar en ellos. Esta evolución sólo afectó, por el momento, el instinto cotidiano de conservación del ser, que seguía siendo estimulado por medio de la guerra, del ataque y la defensa. Por esto, la guerra, el asesinato y el homicidio siguieron siendo una condición de vida para estos «hombres» incipientes. La moral sólo podía ser aquí la culminación del principio egoísta que dice: «Que cada cual se ocupe de sí mismo». La única diferencia entre este hombre incipiente y el animal era que, mientras el animal sólo tenía su organismo de carne y las armas orgánicas de defensa y ataque incorporadas en él, los hombres habían adquirido una facultad creciente de construir armas de defensa y ataque artificiales, que hoy son millones de veces más grandes que las de los animales por lo que respecta a su capacidad de aniquilar culturas y civilizaciones y destruir la vida. Y este lado belicoso y mortífero de la mentalidad y del modo de ser de los hombres sigue siendo el que domina hoy. Siguen considerando que las mejores armas homicidas o los mejores medios de muerte y destrucción, y por consiguiente la mayor destreza para matar y destruir, son el mejor medio contra la guerra y, de este modo, el camino hacia la paz y la felicidad. Aquí vemos que los hombres no sólo han conservado su conciencia animal en su forma más pura, sino que, como hemos dicho, también han podido multiplicar su capacidad mortífera por medio de su facultad humana y del amor de apareamiento animal o unipolar como fundamento dirigente de la vida.


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