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Índice de Dos clases de amor   

 

 
Capítulo 34
La misión del amor de matrimonio o de apareamiento
Aquí vemos claramente que con el amor de matrimonio o apareamiento no se puede cumplir la ley del amor, que prescribe que se ame a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. No está en absoluto previsto para esto. No tiene ni capacidad ni estructura orgánica para una misión así. Sólo está, al contrario, previsto para hacer de cada uno de los dos seres del apareamiento o cónyuges estrellas alentadoras de vida, luminosas y llenas de afecto para el otro en un mundo en la culminación de la oscuridad de la vida; en un mundo sin Dios y sin amor universal; en un mundo de peligrosos enemigos mortales; en un mundo en el que culmina la conciencia diabólica y la oscuridad. ¿Cómo podrían los seres vivos del reino animal o esferas de la oscuridad ser estimulados a soportar la vida, si el espíritu santo de Dios, en forma del «fuego supremo», no fuera algo tangible o una experiencia real a través del acto de apareamiento unipolar entre dos seres? ¿Dónde tiene el animal, en medio de la oscuridad de su vida, una experiencia mayor y más estimulante de la luz que la que tiene con su pareja en el acto de apareamiento? Y el amor del apareamiento, mantenido artificialmente, esta sexualidad posesiva, ¿no lleva a las partes a experimentarse mutuamente como la estrella más luminosa y que más calienta en el cielo de muerte, negro como la noche, del principio mortífero? Y la luz de estas estrellas, ¿no arroja su resplandor y calor vivificante y protector sobre la descendencia desamparada de las partes y la lleva a su madurez e independencia? Esta presencia tangible de la Divinidad en la revelación de luz que tiene lugar en el acto de apareamiento cual un destello momentáneo no es, como hemos dicho, amor universal. Sólo es un desencadenamiento artificial de un intenso enamoramiento o posesión sexual, un desencadenamiento artificial de la atracción del ser por un ser de sexo opuesto, con lo cual el acto de apareamiento puede culminar en satisfacción, la reproducción puede tener lugar, y los seres experimentar la presencia del espíritu de Dios en su acto de apareamiento como un destello de luz o la experimentación momentánea de la mayor sensación de bienestar o bienaventuranza de la vida. Esta sensación de bienestar o bienaventuranza era la presencia del espíritu de Dios en el acto de apareamiento que exactamente se necesitaba para estimular o animar a los seres al disfrute del «árbol de la ciencia», cuyo resultado final tenía que ser la adquisición por el ser de la suprema sabiduría o el conocimiento total de lo que es «bueno» y de lo que es «malo». Este disfrute del árbol de la ciencia del bien y del mal les da a los seres grandes sufrimientos, pero estos sufrimientos engendran en ellos la facultad más grande que existe. Convierte totalmente al hombre inacabado o ser con conciencia diabólica en «hombre a imagen y semejanza de Dios». Esta facultad divina es nada menos que la facultad por medio de la cual la Divinidad llega a todo el universo con su profusión de rayos, es la luz eterna, «el amor universal».


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