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Índice de Dos clases de amor   

 

 
Capítulo 32
La manifestación del amor de apareamiento
En la zona de apareamiento de los seres vivos hemos encontrado una simpatía mantenida de forma artificial, que los hombres perciben erróneamente como amor. Como ya hemos observado, esta simpatía artificial no tiene nada que ver con el verdadero amor. Mientras el amor es una facultad que va creciendo con la evolución del hombre, el amor de apareamiento es una facultad que, como hemos dicho, se mantiene de forma artificial por medio de la unipolaridad y las secreciones de las glándulas o producción hormonal. Por consiguiente, la capacidad de su función es la misma tanto en el animal menos evolucionado como en el más evolucionado. Mientras el amor universal estimula el altruismo, el amor de apareamiento estimula en un grado muy alto el egoísmo. Para desenvolverse exige simpatía recíproca o enamoramiento de ambas partes. Origina celos, rivalidad y envidia que son la raíz de todo el mal en el mundo. Estimula el deseo de poseer para sí mismo a la otra parte del apareamiento. Como los seres, debido a su unipolaridad, han sido precisamente creados para sólo poder amar a seres de sexo contrario, y sus matrimonios, o vida de apareamiento, están condicionados por el sexo contrario de la otra parte, no pueden amar a seres de su propio sexo. Por esto, querellan y rivalizan en gran medida para poseer a seres de sexo opuesto. El amor de apareamiento, que también puede denominarse «amor de matrimonio», sólo puede desencadenar una simpatía mutua entre los seres del apareamiento o cónyuges, y esta simpatía incluye también a la descendencia. Aparte de éste, donde el reino animal se encuentra en su forma más pura, no existe ningún amor verdadero. Fuera del marco de esta pequeña familia, creada por el amor de apareamiento, entre los seres sólo existe la guerra o enemistad. Estamos en el reino del principio mortífero. Los seres caminan por este reino de la oscuridad con la muerte en los talones, un reino que, por lo tanto, frecuentemente se muestra como infierno o cataclismo, es más, un reino en el que el amor al prójimo está directamente prohibido. La Biblia habla de la ley del matrimonio de la siguiente manera: «Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y estará unido a su mujer, y los dos vendrán a ser una sola carne» (Gn. 2,24). Y sobre la mujer dice la Biblia entre otras cosas: «…el hombre es cabeza de la mujer…» (1Co. 11,3). Estos mandatos no rigen, naturalmente, para los animales. La ley del matrimonio está escrita en estos seres, y los animales la cumplen automáticamente por medio del instinto. Estos mandatos rigen, al contrario, en sumo grado para los hombres inacabados, que todavía tienen como fundamento de la vida el acto de apareamiento unipolar y el consiguiente matrimonio y comunidad familiar, pero de una forma inestable y degenerada. El amor de apareamiento tiene sus límites. Exige que el hombre sea absolutamente fiel a su esposa, y que la esposa lo considere como su señor y protector absoluto. La simpatía total de las partes tiene que ser recíproca y no tiene que dirigirse a ningún ser extraño en absoluto. Si un ser ama a otro ser más que a su cónyuge, comete adulterio, lo cual significa que infringe la ley del matrimonio, y con su modo de ser sabotea la moral por medio de la que Dios mantiene la estructura del reino animal, de la cual dependen no sólo los animales, sino también en mayor o menor grado el hombre inacabado.


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