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Índice de Dos clases de amor   

 

 
Capítulo 3
El fuego supremo o el espíritu de Dios en el reino animal
¿Cuál es el factor estimulante en este reino de oscuridad y muerte? ¿Qué es lo que da ánimos a los seres para desencadenar esta lucha mortal por la existencia cotidiana en este infierno de la vida? No es, desde luego, el amor universal o el amor al prójimo con el que uno tiene que amar como se ama a sí mismo. Como ya hemos dicho, este amor no existe en el reino animal en su forma más pura. Es más, en este reino no hay ni el más mínimo humanitarismo. ¿Qué es, entonces, la luz en este mundo de sombras? La luz en este lóbrego infierno o cataclismo es nada menos que el espíritu de Dios presente en todas partes. Se desencadena en el acto de apareamiento de los seres como un destello de luz en forma de una sensación de placer o voluptuosidad culminante en los órganos idóneos para ello, a saber, en los órganos sexuales de las dos partes: del ser de sexo masculino y del ser de sexo femenino. La presencia del espíritu de Dios en los seres en forma de dicho destello de luz en el acto de apareamiento la hemos denominado en nuestra obra principal «Livets Bog»* «el fuego supremo». Este destello de luz es la sensación de placer o voluptuosidad absolutamente más grande que existe en el reino animal. No es extraño que así se haya convertido en el objeto más deseado por los seres en un mundo de guerra y enemistad, en el que el asesinato y el homicidio son una condición para la vida, y el amor universal es imposible. Imagínense lo divino que es que los seres en este mundo de sufrimientos, en este mundo que es el más oscuro que puede existir, puedan experimentar en un contacto psíquico, artificial con otro ser real de carne y sangre un destello del espíritu de Dios o de la luz eterna como la mayor y más profunda sensación de placer y voluptuosidad de la vida. Esta sensación máxima de placer y estimuladora de vida es, aunque no consciente por las dos partes, la experimentación de la presencia de la luz eterna o espíritu de Dios en su propio organismo, en su propia carne y sangre aquí en el mundo de la oscuridad y la muerte.
      El deseo de esta luz, de esta sensación culminante de placer o voluptuosidad en el acto de apareamiento es lo que soporta todo el reino animal. Es la fuerza propulsora de todas las ganas de vivir. El disfrute de esta luz es lo que empuja al ser vivo a través de la oscuridad más profunda de la vida o infierno. La presencia de este espíritu de Dios en el acto de apareamiento es lo que estimula la reproducción de los seres y lo que hace posible el renacimiento o reencarnación y, con ello, el paso del ser de vida a vida en un organismo nuevo y mejorado para cada vida, con la consiguiente evolución y el consiguiente perfeccionamiento continuo de la manifestación y experimentación de la vida. La presencia de este espíritu de Dios en la propia carne y sangre del ser es lo que lo lleva a vencer la culminación de la oscuridad. Esta victoria sobre la culminación de la oscuridad le abre la puerta del reino de los cielos al hombre que, de este modo, está acabado, al «hombre a imagen y semejanza de Dios», al hijo eterno de Dios.
 
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* Notas aclaratorias de la traductora: Martinus ha deseado que el título de su obra capital «Livets Bog», que significa El Libro de la Vida, no se traduzca y que en todos los idiomas se mantenga el nombre original danés.


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