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Índice de Dos clases de amor   

 

 
Capítulo 29
La oscuridad o «el bien desagradable»
Con lo que antecede nos hemos dado una pequeña idea de la relación del ser vivo con Dios y de la relación de Dios con el ser vivo. Hemos visto que se trata de una interacción inalterable, un estado en que hay una reacción entre el despliegue de vida de la Divinidad y del ser vivo. Este estado en que hay una reacción es el destino del ser. Este destino es una experimentación de la culminación de la oscuridad que hace evolucionar al ser hasta un estado en el que podrá vivir una vida de amor permanente irradiándolo todo, en el espíritu santo de Dios y ser uno con Dios. Como el ser no puede experimentar la luz o la culminación del amor sin haber experimentado primero la culminación de la oscuridad, vemos esta oscuridad como un eslabón absolutamente necesario de la creación por Dios del «hombre a su imagen y semejanza». Por medio de la experimentación de la oscuridad, el ser vivo es iniciado en la luz del amor universal, que constituye el estado de conciencia primaria en la experimentación y manifestación de la vida. La oscuridad es, así pues, en realidad un corto periodo fetal en el que el ser evoluciona y madura hacia «el gran nacimiento» o iniciación en la solución del misterio de la vida, en el que es entrenado para convertirse en un sol de amor para su entorno. De este modo, la oscuridad, a pesar de su naturaleza desagradable, es buena. Y, por consiguiente, debemos expresarla en nuestros análisis cósmicos como «el bien desagradable».


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