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Índice de Dos clases de amor   

 

 
Capítulo 28
Por qué hay que perdonarles a los hombres su fomento de la oscuridad
Por lo que antecede sabemos que el universo es un ser vivo en el que todos los seres existentes son órganos de manifestación y experimentación de este ser gigantesco. Dicho ser es, a su vez, en forma del omnipotente y omnisapiente Dios eterno, que ama con amor universal, el fundamento de la vida o el verdaderamente Padre cósmico de cada ser vivo existente. La vida cotidiana de este ser, y su relación con su entorno, los seres vivos y las cosas, es según su verdadero análisis cósmico una relación con la Divinidad eterna. Nos hemos referido al hecho de que la humanidad terrena se encuentra en la conciencia secundaria de la Divinidad, que es la residencia de todos los seres inacabados, que aquí, bajo la creación de Dios, están transformándose de animal en hombre a imagen de Dios. Toda la oscuridad, la guerra, todos los asesinatos y homicidios, toda la enfermedad, la pobreza y miseria se deben exclusivamente al estado inacabado de los seres en el mundo. Este estado inacabado de los seres es, así pues, el que en su oscura vida cotidiana se está transformando en dirección a una mayor perfección. Lo que de manera especial falta para el perfeccionamiento de los hombres terrenos es el clima de pensamiento «amor universal» que todo lo bendice y vitaliza. Como el amor universal todavía es algo casi totalmente desconocido, vamos a continuación a darnos una pequeña idea de cómo este clima de pensamiento salvador del mundo está en creciente desarrollo en la humanidad terrena. Mientras este clima de pensamiento todavía no se haya convertido en una facultad inalterable, permanente en el modo de ser de la humanidad, las guerras tienen que seguir haciendo estragos, y los hombres tienen que estar fundamentalmente atados a la especulación y a la creación de los métodos belicosos más refinados y más diabólicos de matanza de hombres y aniquilación de cultura y civilización. Vemos que los hombres se degradan y son seducidos por dictaduras a veces primitivas, satánicas y sin Dios, que todavía con un materialismo creciente y alejamiento de Dios no retroceden ante la tortura, la matanza y la aniquilación de seres que piensan de manera distinta, en defensa de su propia concepción de la vida sin Dios y sin amor y de su modo de ser mortífero.
      Ya hemos visto derrumbamientos de culturas y millones de hombres atormentados y torturados hasta la muerte como el resultado final de su fe en advenedizos sin Dios, que con oratoria engañosa, desfiles de máquinas de guerra o armas de muerte y la brillante ostentación de uniformes, deslumbraron y sedujeron a los hombres haciéndolos adentrarse todavía más profundamente en el camino del cataclismo o infierno.
      Pero esto no se les puede reprochar ni a los dictadores ni a sus seguidores. Esta situación o modo de ser oscuro, que hemos mencionado, es únicamente el resultado del estado todavía inacabado propio de los hombres en cuestión y de su consiguiente ignorancia y sus consiguientes errores. Ningún ser puede manifestar otra perfección que aquella que ha alcanzado con su evolución y talento. ¿Cómo iba a poder manifestar algo sobre lo que no tiene conocimiento ni entendimiento? Le es imposible manifestar un amor al prójimo que todavía no tiene la facultad de experimentar ni talento para comprender. No es tan extraño que Cristo le dijera a Pedro que hay que perdonar al prójimo no sólo siete veces, sino hasta setenta veces siete (Mt. 18,22). Pero para perdonar es necesario también amor al prójimo o amor universal. El amor universal es, así pues, absolutamente lo único que puede abolir la guerra entre hombre y hombre y, por consiguiente, entre los estados, además de todo el otro mal del mundo. Sin amor universal ninguna paz en absoluto en el mundo. El amor universal es, así pues, la luz del espíritu de Dios. Esta luz en los ojos, el corazón y el cerebro de los hombres hará que la oscuridad retroceda de los continentes y mares de la Tierra. Y a la luz de la profusión de rayos del espíritu de Dios el hijo «pródigo» volverá a su Padre.


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