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Capítulo 25
El mundo de la caída del primer hombre y la humanidad de la Tierra
Los hombres terrenos inacabados están todavía muy lejos de representar esta conciencia primaria de la Divinidad. Están todavía creándose y se convertirán en «el hombre a imagen y semejanza de Dios». Su manifestación y su experimentación de la vida todavía tienen lugar, especialmente, por medio de las energías básicas más bajas de los ciclos de espiral. Por consiguiente, sólo tienen la facultad de experimentar la vida en las correspondientes esferas bajas o reinos inferiores de los ciclos de espiral. Estas esferas o reinos constituyen la conciencia secundaria de la Divinidad y aparecen en los ciclos de espiral como zona mineral, reino vegetal, reino animal y esfera del hombre inacabado, en el mismo reino en que la oscuridad culmina como conciencia diabólica. Esta es la zona en que Dios crea al «hombre a su imagen y semejanza». Aquí estamos en el mundo de «la caída del primer hombre», que más bien tendría que llamarse mundo de «los errores», puesto que en el universo no hay ningún «pecado» verdadero o absoluto. No hay ninguna forma en absoluto de pecado que, desde el punto de vista cósmico, no sea un resultado de ignorancia, y un resultado de ignorancia sólo puede ser un error. Pero, ¿cómo evitará el ser cometer errores donde no tiene ningún conocimiento? El ser no puede, claro está, actuar de otra manera que de acuerdo con el conocimiento y la creencia a que ha llegado con su evolución. Si no, ¿de acuerdo con qué tendría que actuar?
      Es cierto que los errores dan lugar a toda suerte de sufrimientos y dolores o a todo el presunto «mal» en la vida y destino de los seres. Pero si los errores no crearan reacciones o efectos desagradables, el conocimiento o saber no podría de ningún modo surgir. A los seres les sería imposible adquirir conocimiento de lo que era absolutamente «malo» y de lo que era absolutamente «bueno». No habría ninguna posibilidad del «disfrute del árbol de la ciencia», que tenía que darles a los seres la facultad por medio de la cual tenían que convertirse en iguales a Dios y conocer la diferencia entre «bien» y «mal». Lo fundamental en la creación del ser por Dios a su imagen es la adquisición por parte de este ser de la facultad de conocer la diferencia entre «bien» y «mal». Sin esta facultad, ninguna creación de conciencia en absoluto, ninguna posibilidad de convertirse en «el hombre a imagen y semejanza de Dios».


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