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Índice de Dos clases de amor   

 

 
Capítulo 24
El único Dios verdadero
Hemos avanzado tanto en nuestro pequeño bosquejo del universo eterno que lo hemos contemplado como un ser vivo que todo lo abarca. Hemos visto a este ser vivo, en el que todos los seres vivos existentes «viven, se mueven y son». Pero nosotros no «vivimos, nos movemos y somos» simplemente en este gigantesco ser, también somos, como hemos visto, órganos de manifestación y experimentación que condicionan la vida de este ser, del mismo modo que este ser es el fundamento que condiciona la manifestación y experimentación de la vida de los seres vivos. El universo constituye, así pues, una unidad formada por el conjunto de todos los seres vivos existentes. Esta unidad constituye, como hemos dicho, un ser vivo. Pero también hemos visto y experimentado cotidianamente que el ser vivo individual se encuentra frente a este ser gigantesco y se experimenta «a sí mismo» como un ser separado de este ser, a pesar de que está unido inseparablemente a él. Cada día nos experimentamos como «nosotros mismos» y «este ser», como lo que expresamos denominándolo «yo» y «esto» respectivamente. Lo que se expresa con «esto» es todo lo que, en resumidas cuentas, existe a nuestro alrededor, tanto cerca como lejos. Es nada menos que todos los seres vivos y todas las cosas que forman el universo. Pero, por lo que antecede, sabemos ahora que este «esto» es un ser vivo que tiene una conciencia tanto primaria como secundaria, tanto física como espiritual. Sabemos que este ser divino tiene tanto funciones de sentimiento, inteligencia e intuición como de recuerdo. Hemos visto que estas funciones forman conjuntamente el despliegue de conciencia primaria del ser gigantesco, que son estimuladas por los seres más supremos de los ciclos de espiral, por todos los seres que han llegado a su culminación como hombres acabados a imagen de Dios. Estos seres constituyen, así pues, los órganos para el despliegue de la conciencia primaria del ser gigantesco. Como este despliegue de la conciencia primaria del ser gigantesco revela a su origen como omnipotente, omnisapiente y como a un ser que ama con amor universal, en presencia de este ser gigantesco nos encontramos ante «el algo vivo» absolutamente más elevado que puede existir, que, en resumidas cuentas, podemos experimentar. Esto quiere decir, a su vez, que aquí hemos encontrado a la absolutamente única Divinidad verdadera del universo, buscada a lo largo de todos los tiempos y concebida y adorada de formas muy diversas.
      La conciencia primaria de esta Divinidad es totalmente espiritual y, como ya hemos observado, sólo tiene su sede en los mundos superiores de los ciclos de espiral. Con esta conciencia primaria formada por estos mundos, la Divinidad domina, gobierna y dirige todo el universo, no sólo la parte espiritual, sino también toda la parte física de su estructura, conciencia, espíritu y cuerpo que se extiende a lo largo del espacio y el tiempo, el infinito y la eternidad.


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