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Índice de Dos clases de amor   

 

 
Capítulo 23
La conciencia primaria y secundaria de la Divinidad. Las energías básicas y los ciclos de espiral
Observando las energías básicas y los ciclos de espiral podemos comprender las funciones de conciencia fundamentales de la Divinidad. Cada ciclo de espiral da lugar a un reino vegetal, un reino animal, un reino humano, un reino de sabiduría, al mundo divino y a un reino de bienaventuranza. El auténtico reino humano se basa en alto grado en sentimiento intelectualizado, que a su vez es lo mismo que amor universal. El próximo reino del ciclo de espiral se basa especialmente en la energía de la inteligencia. Y el reino siguiente se basa así mismo en muy alto grado en la intuición, mientras que el próximo reino se basa en un recuerdo o memoria culminante. Estos reinos son, de este modo, la sede de la conciencia y del océano de vida de la Divinidad y, por consiguiente, tienen que considerarse como sus órganos fundamentales para el pensamiento, el organismo y la manifestación. «El auténtico reino humano» de cada ciclo de espiral, tanto del microcósmico y macrocósmico como del nuestro, del mesocósmico, es la sede principal del desarrollo de todo el despliegue de sentimiento intelectualizado en todo el universo. Sentimiento intelectualizado es, a su vez, lo mismo que amor universal culminante. El siguiente reino de la espiral es la sede principal de todo el despliegue de inteligencia humanizada del universo. Inteligencia humanizada es lo mismo que la más alta sabiduría existente. Y por esto hemos denominado a este reino de los ciclos de espiral «reino de la sabiduría». El siguiente reino es la sede principal de todo el despliegue en el universo de la más elevada energía básica. A esta energía la conocemos con el concepto «intuición». Como esta energía da lugar a la facultad de experimentar el conocimiento cósmico más elevado de la vida, es más, a la experimentación de la esfera de conciencia propia de la Divinidad misma y convertirse en uno con ella, hemos denominado a este reino de los ciclos de espiral «el mundo divino». Y luego viene el último reino de los ciclos de espiral. A este reino lo conocemos con el concepto de «reino de la bienaventuranza». Dicho reino es la sede del más alto despliegue de recuerdo o memoria en el universo. Estos reinos, que hemos nombrado, que se encuentran en la multitud de ciclos de espiral del universo, constituyen, así pues, todos los centros de conciencia, que son órganos para la experimentación de la vida y la manifestación. Juntos forman la conciencia primaria de la Divinidad. Esta conciencia primaria de la Divinidad consta, como aquí hemos visto, exclusivamente de todos los mundos espirituales o cósmicos de todos los ciclos de espiral existentes. Son así, de modo correspondiente, los órganos espirituales o cósmicos de la Divinidad para la manifestación y la experimentación de la vida. Al mismo tiempo constituyen moradas para seres vivos, que en virtud del espíritu de Dios estimulan la manifestación y experimentación de la vida en el universo. La manifestación y la experimentación de la vida en el universo son, así pues, la revelación que la Divinidad hace de la profusión creadora y de conciencia de su espíritu, que todo lo penetra, de su luz eterna en forma de amor universal que todo lo abarca. Acabamos de ver que la profusión divina de rayos de amor es constantemente mantenida en su estadio culminante. Es una profusión radiante, única, inalterable y conjunta de los reinos más elevados de los ciclos de espiral. Y aquí estamos en presencia de la conciencia primaria de la Divinidad que todo lo irradia. Pero también vemos que esta conciencia, la más elevada que puede existir, de la Divinidad sólo puede ser soportada por seres vivos que han sido convertidos por Dios en «el hombre a su imagen y semejanza». Y aquí vemos que esta creación del hombre por Dios a su imagen sale del reino de la bienaventuranza, a través del reino vegetal, continuando por el reino animal y avanzando hasta la experiencia culminante de oscuridad del hombre inacabado, tras lo cual surge como «el hombre» acabado «a imagen y semejanza de Dios». A continuación pasa a formar parte de la conciencia primaria o sumo despliegue espiritual de la Divinidad. Aquí los seres son uno con Dios, uno con el amor universal, uno con la bienaventuranza.
      Pero la Divinidad tiene también una estructura de conciencia secundaria o física. Esta parte de la zona de conciencia de la Divinidad sólo es estimulada por seres inacabados. Estos seres no pueden, por consiguiente, ser órganos de conciencia o manifestación acabados en esta zona o parte de la conciencia y organismo de la Divinidad. Aquí la vida sólo es estimulada por medio de las energías básicas más bajas. De este modo, la conciencia secundaria de la Divinidad es soportada por la energía del instinto. Esta energía tiene su sede en el reino vegetal. La siguiente energía de la misma conciencia es la energía del peso, que tiene su sede en el reino animal y el reino del hombre inacabado. Esta energía estimula el principio mortífero, todos los estados de guerra, asesinato y homicidio. Desde un punto de vista macrocósmico es, en realidad, idéntica al fuego, que, a su vez, en su estado macrocósmico en contacto con la energía del sentimiento, que en estado macrocósmico es frío, es el fundamento de todo el desarrollo de fuerza en el mundo y de toda la energía explosiva, tanto la bomba atómica como los más minúsculos fuegos artificiales. Es la fuerza motora tanto del movimiento de la Tierra alrededor del Sol como del latido del corazón del animal más pequeñito. Estas dos energías básicas, peso y sentimiento, son el fundamento de todo el universo físico.
      Es natural que el mundo físico tenga que ser la morada de todo el presunto «mal», la guerra y los sufrimientos, el cataclismo o infierno. ¿Cómo podría la Divinidad crear la paz, armonía, felicidad y bienaventuranza total en un mundo en el que sus instrumentos creadores, sus órganos de manifestación y experimentación de la vida son totalmente imperfectos o están inacabados? El reino mineral, vegetal y animal y el reino del hombre inacabado, que así pues, forman la zona de la conciencia secundaria de la Divinidad son, por consiguiente, la residencia o zona de la transformación del hombre por el propio Dios en «el hombre a su imagen y semejanza». En realidad, estos seres inacabados, plantas, animales y hombres, que de este modo se están creando aquí, sólo son todavía fetos y están por nacer como hombres acabados. Lo que todavía les falta de manera especial es la facultad del amor universal. Cuando los hombres alegan que no hay ningún Dios, porque si lo hubiera no podría permitir todo «el mal», toda la guerra, todas las matanzas o todos los cataclismos que hay, esto revela que no saben nada en absoluto sobre de qué trata lo que ven o presencian. Y, naturalmente, hay que disculparles o perdonarles esta ignorancia.


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