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Capítulo 20
Los análisis-X de la Divinidad y de los seres vivos
De este espíritu eterno de Dios sólo puede decirse, en realidad, que actúa a través de todas las cosas. Es «lo vivo» en los seres vivos. Para comprender la presencia de Dios en el ser vivo, hay primero que comprender que la Divinidad constituye un principio trino, que muestra que ésta es un ser vivo. Aquí sólo podemos describir muy brevemente la estructura de este principio. Al primero de estos principios lo denominamos el yo del ser vivo. Como este yo es, en sí mismo, eterno y, de este modo, existe fuera del espacio y el tiempo, sólo puede tener un análisis, el de que constituye «algo que es». A este «algo» sin nombre lo hemos llamado «X1».
      A este «algo» o yo hay vinculada una supraconciencia que por sí misma tampoco puede tener ningún análisis, porque es tan eterna como «X1». Es por esto que a esta supraconciencia la hemos denominado «X2». El tercer principio de este yo es igual de eterno que los dos principios que acabamos de nombrar, y lo hemos expresado como «X3». Estos tres principios no son unidades independientes, que existen por sí mismas. Sólo pueden existir como indisolublemente vinculados entre ellos como una unidad. A esta unidad la conocemos con el concepto ser vivo. Este ser constituye, así pues, un principio trino. Como hemos dicho, «X1» es el yo del ser. «X2» es su supraconciencia. Ésta es la sede eterna de toda la zona de los órganos cósmicos superiores del ser vivo, de la estructura de la vida y la facultad creadora eterna. «X3» es la «subconciencia» del ser vivo con su conciencia «diurna» y «nocturna» y las zonas de su organismo físico y espiritual y la continuación de la función creadora, es decir, la experimentación de la vida y la manifestación. Estos análisis son los análisis cósmicos más elevados del ser vivo. No son tres análisis de tres cosas, sino que, al contrario, constituyen tres análisis de la misma cosa, a saber, «el ser vivo». El ser vivo es, así pues, un «algo» que existe eternamente como ser vivo en virtud de estos tres principios eternos, inalterablemente vinculados entre sí como una trinidad, que cumple exactamente las tres condiciones necesarias para que «algo» pueda aparecer como un ser vivo. Pero, ¿qué sucede con este ser vivo? No podría existir de ninguna manera como «ser vivo» si todos los otros seres vivos no existieran. No podría, como es el caso, construir su organismo físico de microseres vivos. ¿Cómo podría entonces estar formado por los fenómenos necesarios para la vida tales como: órganos, células, moléculas, sangre y otras secreciones de importancia vital? ¿Cómo podría vivir sin seres de su propio cosmos, es decir, hombres, animales, formas de vida vegetal y mineral? ¿Y cómo podrían los seres experimentar manifestación y vida si no hubiera seres macrocósmicos en los que el ser pudiera vivir, moverse y ser? La Tierra y el Sol, ¿no son precisamente absolutamente necesarios para nosotros? Todo el universo está, así pues, formado por seres microcósmicos, mesocósmicos y macrocósmicos, vivos, que, como hemos visto, son absolutamente condicionantes de vida los unos para los otros.
      Como todos los seres vivos son, de este modo, condicionantes de vida los unos para los otros, y cada uno de ellos no puede de ninguna manera vivir totalmente aislado y sin ningún contacto corporal y espiritual con los otros, se convierte en un hecho que el universo constituye una unidad formada por todos estos seres y que se presenta como inseparable. Dado que cada uno de estos seres tiene, tal como hemos visto, un yo, una supraconciencia y un organismo, estos yo, esta supraconciencia y estos organismos se convierten juntamente en el yo del universo, la supraconciencia del universo y el organismo del universo. El universo constituye, así pues, una unidad que cumple exactamente las tres condiciones necesarias para poder aparecer como «un ser vivo». Como este ser tiene todo el universo como yo, conciencia y cuerpo y, de este modo, contiene todo lo que, en resumidas cuentas, existe, surge aquí, de la niebla de la ignorancia, el único ser vivo que absolutamente existe que reúne las condiciones que un ser vivo tiene que tener para poder constituir la absolutamente única divinidad eterna existente, omnipresente, todopoderosa, omnisapiente, que ama con amor universal y, por consiguiente, que todo lo irradia. Y así encontramos aquí al Padre eterno de esta vida.


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