Lee y busca en El Tercer Testamento
   Cap.:  
(1-54) 
 
Búsqueda avanzada
Índice de Dos clases de amor   

 

 
Capítulo 16
La experimentación de recuerdos como fuerza impulsora que interviene en el paso del ser a un nuevo ciclo de espiral
Hemos visto que el Adán de la Biblia es un ser que se encuentra en el estadio intermedio entre dos ciclos de espiral. Vive a la luz y bienaventuranza de sus recuerdos del ciclo de espiral que ya ha vivido. Esta masa de recuerdos del ser vivo de toda la zona del ciclo de espiral, de reino de la bienaventuranza a reino de la bienaventuranza, crea un mundo interior al que ningún extraño en absoluto tiene acceso consciente, del mismo modo que estos seres-adán del reino de la bienaventuranza aquí, en su mundo de recuerdos o reino de bienaventuranza, están totalmente aislados y tampoco tienen ningún acceso consciente en absoluto al mundo exterior o a sus seres. Los seres-adán están aquí, en su mundo de recuerdos o reino de bienaventuranza, totalmente aislados de toda correspondencia consciente con otros seres. Su vida consiste exclusivamente en revivir los recuerdos del ciclo de espiral que han vivido. Los recuerdos, que de manera especial les dan a estos seres bienaventuranza al revivirlos, son los más viejos, es decir, los recuerdos que tienen del comienzo del ciclo de espiral ya vivido. En conjunto son recuerdos de la oscuridad, el principio mortífero, el estado belicoso entre los seres animales y la intensificada capacidad de muerte y destrucción de los hombres inacabados, su conciencia diabólica y, con ella, la culminación del despliegue de la oscuridad. Y, claro está, esta naturaleza es la que los seres de bienaventuranza están a punto de vivir de nuevo en su paso por el nuevo ciclo de espiral, en el que van a desarrollar la facultad de percepción, la conciencia física y el organismo, exactamente igual que en las zonas oscuras de anteriores ciclos de espiral. Aquí disfrutarán de nuevo del «árbol de la ciencia del bien y del mal» para experimentar de nuevo su identidad primaria y eterna de hijo de Dios en forma del «hombre a imagen y semejanza de Dios». La Biblia también se refiere a este proceso de transformación haciéndole decir a Dios: «Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra…» (Gn. 1,26). Este es, así pues, el propósito con este Adán, no consciente en el mundo exterior, del reino de la bienaventuranza. En segundo lugar la Biblia dice algo sobre el estado de aislamiento de Adán en el reino de la bienaventuranza, en el que el ser no tiene ningún trato en absoluto con ningún otro ser vivo. La Biblia le hace decir aquí a Dios: «No es bueno que el hombre esté solo, hagámosle una ayuda que sea semejante a él» (Gn. 2,18).
      No, no era en verdad bueno para el ser «estar solo», vivir totalmente en sus propios recuerdos y aislado de cualquier otro ser vivo, aunque estos recuerdos eran copias de oro mentales o aparecían como experiencias de bienaventuranza culminante. A la larga al ser no le era en absoluto suficiente con vivir experimentando los recuerdos. Se trataba, evidentemente, de recuerdos de acontecimientos y sucesos ya vividos y no de nuevas experiencias. Pero como los recuerdos fomentaban la alegría o bienaventuranza, esto dio lugar poco a poco a un inmenso deseo de hacer la experiencia de la verdadera vida en carne y sangre. La experimentación de los recuerdos se convirtió así en un estimulante o fuerza impulsora que intervino en la atracción que el mundo exterior espiritual y físico de un nuevo ciclo de espiral ejercía sobre el ser.


Comentarios pueden mandarse al Martinus-Institut.
Información de errores y faltas y problemas técnicos puede mandarse a webmaster.