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Índice de Dos clases de amor   

 

 
Capítulo 14
El principio del hambre y la saciedad
¿Por qué el ser-adán no se quedó en los más altos mundos del ciclo de espiral, en los mundos divinos con toda su armonía, belleza, perfección y profusión de amor universal, que son el fundamento de la vida de estos mundos, del mismo modo que el aire, el agua y el fuego son el fundamento de la vida para el organismo físico de los seres? Esta conciencia y esta atmósfera divina tan elevadas, que aquí penetran con sus rayos en los seres vivos, son una realidad o cosa «creada», y una cosa creada es imposible que continúe. Está, como ya hemos dicho, sujeta a las dimensiones de espacio y tiempo y no es eterna. Siempre estará formada de material o sustancia perecedera, como lo están inevitablemente todas las realidades materiales creadas. Por esto los seres, entre otras cosas, tienen que cambiar de organismo, de vida terrena, de forma de vida, de mentalidad porque son fenómenos creados. Y por la misma causa los seres tienen así mismo que cambiar de ciclo de espiral. Pero también hay otro principio cósmico, que contribuye a la cambiante experimentación de luz y oscuridad de los seres. Es «el principio del hambre y la saciedad». Este principio tiene como misión estimular, en forma de hambre o saciedad, el principio del disfrute del ser, crear, no sólo hambre de comida y bebida, sino también de todas las otras formas de placer y deseo. El principio de la saciedad tiene, al contrario, como misión crear límites para la satisfacción del disfrute o placer. El principio del placer es el que, por ejemplo, da lugar al deseo del disfrute de los bienes de la vida, pero es el principio de la saciedad el que tiene como misión hacer que el disfrute no sea exagerado o anormal. Así pues, el fundamento de que las esferas de interés de los seres sean cambiantes es el principio del hambre y la saciedad. También es este principio el que, en el fondo, se hace valer en la necesidad de los hombres de cambio, en la necesidad de cambiar de moda, de cambiar sus usos y costumbres. Este principio es, por consiguiente, un factor imprescindible en los cambios de mentalidad y modo de ser de los seres. No hay, por lo tanto, ningún disfrute ni ningún deseo normal en absoluto para el que no llegue una satisfacción. Esto no está, naturalmente, en vigor para los deseos y disfrutes inventados por los hombres, que consisten en la ingestión de sustancias o materias demoledoras o saboteadoras tanto del organismo como de la mentalidad. A estas sustancias o materias las conocemos con los conceptos: drogas, alcohol, tabaco y cosas parecidas. Para este disfrute, que es una desviación de la normalidad, no hay ninguna saciedad en absoluto. Si el disfrute de estas cosas no se combate, su resultado final es un ser con un cuerpo y una mente totalmente quebrantados, que en el peor de los casos termina en la debilidad mental y tiene que pasar su vida en hospitales apropiados. Pero este destino tan drástico no atañe a los disfrutes normales y condicionantes de vida. Aquí el disfrute se regula por el principio de saciedad. Y éste hace, por consiguiente, que cualquier deseo normal que se disfrute en grado suficiente es satisfecho. Incluso el plato preferido no podría seguirse considerando como tal si sólo se pudiera comer este plato cada vez que se tenía que comer. Finalmente daría asco y se usaría mucha energía para poder comer otra cosa.


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