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Índice de El camino al paraíso   

 

 
Capítulo 57
El supremo paraíso de la vida
Este gran nacimiento es un proceso espiritual a través del cual el hombre, que por medio de las vidas terrenas ha evolucionado y adquirido madurez para él, experimenta que se le abren las facultades cósmicas latentes de percepción. Y con el despliegue de estas facultades se convierte ahora en totalmente soberano con respecto al conocimiento y concepto cósmico de la vida. Se ha convertido en su propia fuente inconmovible de luz cósmica. Y con ello ha llegado a experimentar con sus propios sentidos su inmortalidad, su identidad de hijo de Dios y su fraternidad divina con todos los seres vivos. Lo ama todo y ama a todos. Su vida física y destino normal se han convertido en uno con su sueño o paraíso. Se ha convertido en el hombre a imagen y semejanza de Dios. En este estado ha llegado a vivir en el cumplimiento de la mayor de todas las existencias que se puedan desear: ser uno con el Padre eterno, ser uno con su omnisciencia, amor universal y omnipotencia. Cuando el hombre o hijo de Dios ha llegado a esta existencia perfecta ya no necesita abandonar el mundo espiritual o su verdadero paraíso permanente para nacer en materia física. Ahora ha aprendido a pensar al cien por cien lógicamente, tanto en la creación de modo de ser como en todas las otras creaciones y, con ello, está de modo correspondiente capacitado al cien por cien para crear en la materia espiritual. Por consiguiente, ahora puede continuar su existencia en los mundos espirituales más sublimes del ciclo de espiral. Aquí puede manifestar libremente todo su talento genial en el despliegue de intelectualismo y amor y disfrutar de la consiguiente alegría de crear. Ya no puede cometer errores. Ha terminado su aprendizaje en la escuela de la vida. Él mismo se ha convertido en paradisíaco en la realidad práctica. Y su paraíso, que ahora se ha vuelto permanente, dado que el ser ya no está sometido a las reencarnaciones o los renacimientos, se apoya en esta realidad. Con conciencia diurna despierta ve a Dios en todos los seres y todas las cosas. En virtud de su saber y conocimiento culminante para la creación de amor, forma junto con seres semejantes los órganos creadores y acariciadores de la conciencia de Dios. Es por medio de ellos que él insufla el espíritu de la vida o su propia conciencia en los seres vivos de futuros mundos y planetas, crea ideas para sus organismos, formas y figuras. En los mundos espirituales más elevados, en los que los seres están, de este modo, libres de la reencarnación y culminan en pensamiento y creación lógicos, estos seres, como ya hemos dicho, pueden desarrollar libremente todo el talento genial de su conciencia cósmica en la materia que automáticamente obedece al pensamiento, al deseo y a la voluntad sin ninguna ayuda en absoluto de nada exterior. Y aquí pueden caminar por la propia esfera de recuerdos y conciencia diurna del mismo Dios. Planetas y mundos desconocidos con sus fantásticos detalles y fenómenos, diversos tipos de humanidades, manifestaciones de vida de mundos animales y despliegues de vida vegetales aparecen aquí ante la visión cósmica del asombrado hijo de Dios. En virtud de su identidad con la eternidad, el pasado y el futuro se convierten en presente siguiendo el mandato de su voluntad. Camina tanto a través de la culminación de fuego de los soles como a través de los océanos con abismos congelados o terrenos de hielo de los planetas. En virtud de su soberanía cósmica y especial sustancia material, es inmune para todo lo que se encuentra en las dimensiones de espacio y tiempo. Del mismo modo camina igual de fácilmente a través de la zona más densa del mundo de los átomos que a través del vacío del universo. Como es inmune a los tamaños, camina igual de fácilmente en los mundos macrocósmicos y microcósmicos como en su propia zona de origen mesocósmica. Así mismo experimenta con la misma facilidad miles de kilómetros que un metro y un metro que miles de kilómetros. Por esto, para este hijo de Dios que es uno con el Padre, un día es como mil años y mil años como un día. Aquí se ha cumplido la creación por Dios del hombre a su imagen. Este hombre se ha convertido en el camino, la verdad y la vida. Su existencia o modo de ser forma la aureola radiante de la Divinidad, que todo lo penetra.
      Y así va hoy cada ser vivo inacabado por el camino al paraíso, y un día, al final del largo camino, será recibido por el Padre eterno, la Divinidad del universo. Y en su abrazo y bendición amorosos, que serán uno con la profusión de rayos de su espíritu, brillarán y resplandecerán su omnisciencia, amor universal y omnipotencia desde las cimas de la vida sobre mundos, soles y galaxias.


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