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Índice de El camino al paraíso   

 

 
Capítulo 46
La caída de una imagen desviada de la Divinidad y el nacimiento de una nueva época, en la que no hay «pecado», «castigo» ni temor a la muerte
Aquí se ve claramente la razón de que tuviera que nacer un hombre o un cristo de una categoría tal con respecto al amor que en relación con este hombre o cristo la imagen de Dios, a la que nos hemos referido, tenía que palidecer para finalmente derrumbarse. ¿Qué es este modo de ser de la divinidad, que hemos descrito, con respecto a un hombre con un amor tal que en la cruz, en medio de la mutilación más dolorosa que se le puede inflingir a un ser vivo, puede amar a sus verdugos, que son la causa de su situación desgraciada, y decírselo a gritos a todos los hombres: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»? No es extraño que la tierra temblase, que el velo del santo de los santos del templo se rasgase, porque lo que aquí sucedió fue que la imagen de un dios dominante cayó por tierra, palideció ante un hombre de carne y sangre, al que la profusión de rayos del amor había cubierto con su sombra, y con una envergadura tal que iba a hacer girar el curso mental de toda la humanidad en dirección a las cimas de la luz, a hacerlo girar hacia la absolutamente única verdadera y auténtica Divinidad, que es la culminación misma de la sabiduría total, el amor universal y la omnipotencia. Y, en virtud del «espíritu santo, el intercesor», que es lo mismo que la ciencia del amor o la ciencia sobre la conciencia de Dios y, por consiguiente, sobre la solución del misterio de la vida, la humanidad está siendo llevada a este curso mental. A la luz de la revelación de este espíritu o ciencia divinos, la Divinidad, el universo y la vida brilla y centellea sobre la humanidad como el panorama de una vida con un amor puro y en la que no hay «pecadores» ni «castigo» por «los pecados», y donde nadie en absoluto puede vivir en una tortura eterna o infierno, sino donde todos los seres vivos en absoluto brillan en la gloria luminosa de Dios como inmortales centros vitales, y donde el amor es el tono fundamental del universo y, por consiguiente, el fundamento eterno del universo.


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