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Índice de El camino al paraíso   

 

 
Capítulo 44
Una práctica que es la culminación de la injusticia, y una divinidad que les impone a los hombres una regla de vida, que ella misma no practica
Pero esta concepción de la vida del cristianismo de iglesia sólo es producto de una ignorancia todavía mayor. El hecho de que esta concepción es ilógica y, por consiguiente, carece de amor se acentúa con los propios dogmas del cristianismo de iglesia. Este cristianismo dice que tras todo el universo o cosmos existe un Dios todopoderoso, omnisapiente y que ama con amor universal. Además se dice que los hombres mientras no puedan cumplir el mandato de «amar al prójimo como a sí mismo» son «pecadores». Y, debido a esto, tienen necesariamente ante sí este terrible tormento en el fuego inapagable del infierno eterno. Sin embargo, había una posibilidad de liberarse de este tormento en virtud de la crucifixión de Jesús. Porque su terrible sufrimiento y muerte se conciben como un castigo, que había tomado sobre sí por «los pecados» de todo el mundo. De este modo, a los verdaderos «pecadores» se les había dado acceso al paraíso eterno, si se arrepentían de la vida «pecadora» que habían llevado en la Tierra. Así llegamos a una práctica que es, de una manera escandalosa, la culminación de la injusticia, y a una Divinidad que ella misma no cumple la ley del amor, cumplimiento que, como hemos dicho, se pretende que ella ha impuesto a los hombres como condición para ser liberados del «castigo del infierno» y entrar en el paraíso. ¿Cómo puede ser justo o amoroso dejar que ladrones, salteadores, asesinos y otras clases de «pecadores» o los denominados «malhechores» se liberen del «castigo» por medio del hecho de que un ser inocente lo haya tomado sobre sí y se haya dejado torturar hasta la muerte? ¿Por qué pide la Divinidad, de este modo, la crucifixión de este ser inocente para poder perdonar a «los malhechores»? ¿Por qué no puede perdonarlos sin los sufrimientos de este ser inocente? La Divinidad no quiere, así pues, renunciar al «castigo», pero le es totalmente indiferente sobre quién va a recaer este «castigo», con tal de que se efectúe. Qué clase de amor es el que la Divinidad practica hacia este ser, que deja crucificar por «los pecados» de otros seres. No puede ser el amor cuyo objetivo es amar al prójimo como a sí mismo. ¿Puede un Dios amoroso imponerles a los seres una regla de vida que él mismo no practica?


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