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Capítulo 31
Donde tiene lugar lo que la Biblia expresa como «maldiciones» sobre «el pecado», y donde no tiene lugar
Hemos visto que el ser, en virtud de su estructura espiritual y eterna, existe tanto tras la muerte como antes de nacer. Que en esta existencia ya no pueda experimentar ni crear directamente en la zona física no significa que no pueda experimentar y crear en la zona espiritual. Ya no puede simplemente transferir sus pensamientos o imágenes de pensamientos a la zona física, y tampoco puede seguir experimentando los pensamientos o imágenes de pensamientos que se manifiestan en la zona física o en materia física. Pero, de este modo, ha sido liberado de la pesada carga que supone tener que manejar un organismo creado de una materia que está miles de veces más condensada que la materia espiritual y, por lo tanto, es de modo correspondiente mucho más pesada que esta materia. Es aquí donde tiene lugar la maldición bíblica: «Comerás el pan con el sudor de tu rostro» y las otras maldiciones sobre «el pecado». Es aquí que «la mujer parirá a sus hijos con dolor». Es aquí que se luchará con la serpiente, «cuya cabeza será aplastada por la descendencia de la mujer», mientras que dicha serpiente «aplastará el talón de esta descendencia». Es aquí donde se manifiestan los errores y sus consecuencias desagradables: las guerras, las enfermedades y los sufrimientos. Es aquí donde, como ya hemos dicho, la culminación de la oscuridad como contraste a la luz tiene su residencia. Algo semejante no puede tener lugar en la zona espiritual. Es allí donde se manifiesta la luz como contraste a la oscuridad. Es allí donde nos encontramos en el lugar de origen de toda la culminación de la felicidad y bienaventuranza. Allí nadie tiene que trabajar con el sudor de su frente para poder mantener su existencia. Y allí no tiene lugar ningún parto doloroso. Allí, en este maravilloso mundo espiritual, la materia obedece automáticamente al pensamiento, al deseo y a la voluntad. El ser sólo tiene que pensar y aquello en lo que piensa sucede, sólo necesita mandar para que lo que ha mandado suceda. El pensamiento obedece, así pues, automáticamente el deseo y la voluntad o los impulsos desencadenantes de energía del ser. Y como el ser en la existencia física aprende a pensar lógicamente, su manifestación de pensamientos en la zona espiritual será, por consiguiente, lógica o ilógica, perfecta o imperfecta siempre de acuerdo con el grado de evolución que el ser haya adquirido en sus vidas terrenas físicas precedentes.


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