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Capítulo 16
Por qué el ser vivo tiene que experimentar los renacimientos físicos en forma de planta, animal y hombre
Cuando el ser vivo, según «Livets Bog», ha pasado un ciclo de espiral cósmico y en él ha pasado la culminación de la experimentación de la vida, y sus facultades de percepción han degenerado debido a la consiguiente saciedad de experiencias en el exterior, de modo que principalmente sólo puede experimentar por medio de su recuerdo o memoria, su experimentación de la vida se forma exclusivamente como la vivencia de sus recuerdos de toda la espiral recorrida. Así pues, vive en su mundo interior y sólo está conectado de una manera latente con el mundo exterior. Este estado de experimentación de la vida se llama «reino de la bienaventuranza». En este estado de experimentación de la vida surge de nuevo en el ser el deseo de percibir y crear de nuevo en el mundo exterior. Y este anhelo o atracción interior hacia el mundo exterior hace que entre otra vez en un gran ciclo cósmico de espiral nuevo. Comienza muy débilmente a encarnarse en la materia física. Como sus facultades sensoriales de la espiral anterior han degenerado, por el momento no puede percibir ni crear en la zona material, física. Por consiguiente, tiene que desarrollar paulatinamente su estructura sensorial física, que alcanza su culminación en el organismo humano. Aquí vemos cómo esta evolución comienza como impulsos de energía en el reino mineral. Luego, por medio de los mismos impulsos, la materia mineral se convierte en manifestaciones vegetales. En las plantas vemos el desarrollo incipiente del cuerpo físico. La evolución continúa y transforma la materia en materia animal, y surge el animal. Pero el hambre interior del ser de experimentar la vida lo hace avanzar cada vez más en la evolución. El organismo animal es transformado poco a poco en un organismo humano, que en su culminación constituye el máximo instrumento de experimentación de la vida y manifestación en la zona de existencia física.

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