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Capítulo 16
El camino de la humanidad hacia la luz a través de las tinieblas
Pero como ese camino indicado hacia la luz, por medio del modo de ser del hijo de Dios, poco a poco se ha entretejido con grandes tumores de superstición ya no tiene atracción para los miles de hombres que no pueden aceptar la superstición. Éstos miran con desprecio todo tipo de religiosidad, consideran la aceptación de la existencia de Dios como una ingenuidad y, de este modo, se tejen ellos mismos en un gran tejido canceroso de superstición. Porque negar a Dios es negar los hechos, es estar en contradicción con esa lógica que dice que una máquina no puede crearse a sí misma, que un vestido no puede coserse a sí mismo; es creer que las cosas inanimadas crean las animadas en vez de creer que las cosas animadas crean las inanimadas. Negar a Dios es una superstición sobre la cual ninguna cultura jamás podrá arraigar de modo permanente, jamás podrá ser perfecta, ni podrá liberarse de la guerra, la mutilación, las crisis, la ruina, etc. Por ello, la humanidad no puede evitar el destello del Gólgota en el cual también centellean las palabras: «Nadie va al Padre sin mí».
      Como la humanidad ha construido su cultura sobre una interpretación errónea del modo de ser del redentor del mundo aún «no ha llegado al Padre». Su cultura es un barco que se hunde. Se lucha desesperadamente para mantenerlo a flote, pero la vía de agua es demasiado grande. La cantidad de agua que afluye es excesiva, «el fin del mundo» está a la vuelta de la esquina, «Nadie conoce ni el día ni la hora». Pero a través de gritos y gemidos, a través de horrores y tensiones, a través de la negra noche de dolor y desesperación brilla todavía un rayo de luz procedente del Gólgota. El último saludo amoroso del hijo del hombre y su promesa de estar con la humanidad hasta la consumación del mundo vibra todavía en los oídos terrenos. «Los náufragos» son conducidos, con estabilidad y seguridad, hacia la gran salvación; a pesar del viento y de la corriente, a pesar de la tempestad y de la oscuridad. Una profusión de rayos está a punto de aparecer por entre las oscuras nubes. Ahora sobre la Tierra luce y brilla un impulso cósmico nuevo de alta grandeza que, desde un gran sistema en el centro de la Vía Láctea, flamea con un esplendor sobrenatural y transmite ondas en dirección a la Tierra. En su luz «se ve» al Padre eterno. «El barco a punto de hundirse» es abandonado, «los náufragos» son salvados: la humanidad «es salvada». El mundo luce con una nueva cultura en la cual «Reina la justicia»; porque las sombras de la noche deben retroceder ante la presencia de Dios.


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