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Capítulo 13
El maestro y sus discípulos
En los alrededores de Jerusalén encontramos a los leales discípulos y amigos de Jesús diseminados por doquier, como un rebaño de ovejas que ha perdido a su pastor, temerosos de que tenga lugar una persecución y con un profundo dolor a causa de la pérdida de su maestro. Pero la fidelidad y el amor de un redentor del mundo son grandes, y no olvida jamás a sus discípulos y a sus ayudantes. A veces puede suceder que alguno de ellos en su convivencia diaria con el maestro – que es cordial y familiar en su modo de ser, y que de este modo está desprovisto de toda etiqueta ceremoniosa – olvide su grandeza espiritual y su infalibilidad. En estos casos, puede ocurrir que dichos discípulos no puedan comprender al maestro, porque éste no obra a partir de motivos terrestres o situaciones momentáneas. Sus planes tienen un largo plazo, son para los próximos siglos, incluso para los milenios venideros. A causa de ello, las disposiciones del maestro no coinciden siempre, de modo lógico o intelectual, con las situaciones locales actuales de tipo momentáneo y con los criterios morales comunes; sin embargo, coinciden, naturalmente de modo infalible, con el plan divino de la Providencia con respecto a la humanidad; plan en el que el maestro ha sido iniciado para seguir al margen de lo que esto cueste, incluso en una situación tal que quizá lo lleve a la pérdida de sus amigos; que lo lleve al Gólgota, a la crucifixión.
      Los discípulos que, en su miopía física, no pueden seguir la amplia mirada del maestro y olvidan a quien tienen ante sí, ven solamente la eventual falta de coherencia de sus disposiciones con las situaciones provisionales y momentáneas, y creen que actúa equivocadamente. En su escrupulosa ceguera desean «aconsejarlo», y pueden llegar incluso a escandalizarse cuando el maestro no puede tener en cuenta su «consejo» y, consecuentemente, ellos no pueden satisfacer sus ilusorias esperanzas. Pero un redentor del mundo no ha venido para ser enseñado por sus discípulos. La ley oculta que dice: «Cuando el alumno habla, el maestro calla» está, en su proximidad, mucho más en vigor que en cualquier otro sitio, que en cualquier otro caso. Y sin que los discípulos en cuestión lo sepan verdaderamente, a pesar de su convivencia física con el maestro, están marginándose, alejándose de su proximidad espiritual; cavilan sobre sus decepcionadas esperanzas, sobre las disposiciones erróneas – según su opinión – del maestro, etc., etc., y «la imagen del maestro» se oscurece más y más en el círculo vicioso de sus pensamientos y, finalmente e igual que la gran masa, ya no ven al «maestro» sino, muy al contrario, sólo a una persona terrena normal y, por supuesto, «imperfecta». A causa del estorbo o perturbación que dichos discípulos producen en la misión del redentor del mundo, éste, que como es natural sólo puede seguir su propia inspiración divina y sólo puede ser fiel al camino que se le mostró con su iniciación, se distancia de estos discípulos y seguidores que muestran un celo y un escrúpulo equivocados. Sin embargo, la misma vida los conducirá de vuelta. Todos, finalmente y a pesar de todo, descansarán en el abrazo del redentor del mundo «y toda lengua confesará que Jesucristo es señor para gloria de Dios Padre».


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