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Índice de El misterio de la oración   

 

 
Capítulo 4
La redención del mundo es la gran fuente del amor
Pero, ¿no hay la creencia de que el gran principio de la redención del mundo todavía tenía un objetivo mayor que simplemente ayudar a «los creyentes»? Es, naturalmente, divino que esta redención, en un momento determinado en que la facultad de creer era el aspecto culminante en la conciencia de la mayor parte de individuos de la humanidad, pudiera originar un fenómeno que podía dar a todos los que se sentían desdichados en este aspecto de la conciencia ayuda en su dolor, que podía darles tranquilidad y equilibrio precisamente por medio de la facultad que estaba más desarrollada en ellos.
      Pero el principio de la redención del mundo habría tenido un defecto o una imperfección muy grave si no hubiera podido de ninguna manera ayudar a todos aquellos que, incluso contra su voluntad, no tenían la más mínima forma de facultad de creer. Si estos cientos de miles, estos millones de hombres, que hoy no pueden creer en absoluto, sólo viven para tener que terminar en «el infierno», un estado del que jamás en toda la eternidad podrán ser liberados, tras haber entrado solamente una vez en él, la imagen de la Divinidad que el concepto del universo del cristianismo de iglesia autorizado da no es especialmente agradable, aunque en su terminología intente mostrar a esta divinidad como «omnisapiente», «omnipotente», además de ser idéntica al «amor universal».
      Si la Divinidad, así pues, es «omnisapiente», sabía de antemano que todos los citados hombres «incrédulos» de hoy iban a terminar en «el infierno». ¿Por qué entonces ha creado a todas estas almas? Sería mucho más amoroso no haber dejado nunca que estos seres desgraciados hubieran experimentado la vida. Si es «omnipotente», ¿por qué no ha provisto absolutamente a todos con «la facultad de la fe»? ¿Ha querido crear seres simplemente para verlos sufrir? ¿Y por qué dejarlos sufrir eternamente? Dado que no pueden ser liberados jamás de este sufrimiento, dado que no van a sacar de él experiencias y conocimiento, con que poder perfeccionarse para una posterior existencia perfecta, ¿de qué sirve este sufrimiento continuo? ¿Le gusta entonces a la Divinidad ver sufrimientos? ¿Es agradable para ella ver a estas almas gemir con las terribles torturas, ya que ha puesto la condición de que jamás en toda la eternidad podrán ser liberadas? Si no es así, ¿por qué no ha transformado con toda su omnipotencia este fenómeno en humanitarismo luminoso? Si no puede hacer esto, no es, claro está, «omnipotente». Y si no quiere hacerlo, no «ama con amor universal», porque un sufrimiento que nunca cesará sólo puede tener un único objetivo, a saber, el de ser un entretenimiento o producir placer a aquel que es la causa de que su existencia continúe, a pesar de poseer la facultad de poder hacer que cese.
      La imagen de Dios que surge de la terminología del cristianismo, ¿no es una imagen «pagana» muy antigua? ¿No está provista de un estrato de conciencia que encaja con el nivel humano primitivo y bajo en el que el odio o venganza hacia los enemigos nunca es suficiente, si no sucede incluso que es expresión de puro sadismo o perversidad?
      Pero el hombre creyente no lo ve. Por medio de su creencia ha encontrado desde hace tiempo apoyo y descanso en su fe en Jesús, ha obtenido el favor de la Divinidad, sus «pecados le han sido perdonados». Tiene la sensación de estar en contacto con la Divinidad. Cómo se plasman los detalles particulares de la vida de la conciencia de esta divinidad es algo cuya respuesta se encuentra totalmente fuera de sus deseos. Tiene suficiente con conocer la vida de la conciencia y el amor especial de Cristo. Sí, opina incluso que es una blasfemia ocuparse con la conciencia del propio Dios, conciencia que de antemano opina que no es accesible en absoluto para la investigación de ningún ser. Encuentra satisfacción total en la frase heredada del pasado que dice: «Los caminos de Dios son inescrutables».
      Pero cuando la redención del mundo puede, de este modo, con tan gran seguridad darle al creyente salvación y bienaventuranza, ¿no hay que creer que hoy, en que el mundo está más lleno de hombres incrédulos que nunca, y los verdaderamente creyentes están en minoría, esta redención del mundo también tiene una ayuda para todas estas almas, de modo que ninguna en absoluto se pierda o vaya a un «infierno eterno»? En este caso la Divinidad aparece mucho más de una manera que responde al hecho de ser tanto omnisapiente y omnipotente como de amar con amor universal.
      ¿No creen que cuando la Divinidad, por medio del principio de la redención del mundo, deja que nazca un ser, cuyo modo de ser y cuya conducta es puro amor universal, es la pura dulzura tanto hacia el amigo como el enemigo, esto ha sido de alguna manera para reemplazar la vieja imagen pagana de Dios? Dejar nacer a un ser, que aventaja en alto grado los conceptos e ideales, que los hombres se habían hecho de una divinidad, tenía que hacer caer tarde o temprano las imágenes de los dioses paganos. Se tenía que llegar a reconocer tarde o temprano que cuando un ser de carne y sangre física podía estar provisto de un amor tan inmenso hacia todos, la Divinidad omnipotente no puede considerarse como un ser más inferior. Era necesario que tarde o temprano uno revisara su concepto de Dios. Una divinidad, que es superada en intelectualismo o amor por un ser de carne y sangre física, no puede ser una divinidad verdadera. La suprema conciencia o el ser más alto del universo tiene, como mínimo, que tener un humanitarismo y un amor igual de destacado que un ser animal así. ¿Y no es entonces que la gran fuente de amor de la redención del mundo manda sus rayos mediadores y conduce a los «incrédulos» al corazón de la Divinidad?


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