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Índice de El misterio de la oración   

 

 
Capítulo 13
«El pan nuestro de cada día dánoslo hoy»
La quinta concentración de pensamientos del «Padre nuestro» dice: «El pan nuestro de cada día dánoslo hoy». Con esta concentración de pensamientos también se le ha dado al individuo una ayuda muy grande. En la zona del reino animal el mantenimiento de la vida se basa en una lucha. Es en esta zona donde culmina el principio que dice: «la desgracia del uno es la felicidad del otro».
      Para el hombre terreno todavía está en gran medida vigente que hay que luchar para vivir, del mismo modo que la vieja tradición: «comerás el pan con el sudor de tu frente» sigue siendo igual de general. Mientras el hombre terreno, en tan alto grado como actualmente, tenga que «abrirse paso a codazos» para apropiarse del «pan de cada día», es decir, para que se cumplan las condiciones más necesarias para el mantenimiento de la salud y el bienestar de la vida normal, el que tenga «los codos» más «fuertes», que en este caso quiere decir el que tenga más fuerza física, el más astuto, brutal y desconsiderado o insensible para con el prójimo será, claro está, la parte dominante, cuando se trate de tener acceso a los bienes físicos para la vida de los seres vivos. Por consiguiente, para el que tiene «codos» menos fuertes el acceso a estos bienes, necesarios para la vida, depende del favor de esa parte dominante, y especialmente dado que dicha parte a veces no conoce ninguna forma de saciedad para su deseo de poseer los bienes. En el seno de la humanidad terrena también vemos el raro fenómeno de que algunos seres aislados nadan en el despilfarro, la gula, la holgazanería y esnobismo, basados exclusivamente en colosales riquezas, basados en los artículos de primera necesidad de cientos y cientos de familias o de miles y miles de semejantes, que se han convertido en «la propiedad legítima» de estos magnates. Que el acceso de estos miles de semejantes a estos artículos sólo pueda tener lugar por medio de una considerable aportación económica al poseedor del «derecho legítimo de propiedad» o al que «legítimamente» posee estos bienes de primera necesidad, mientras todavía sigan siendo insaciables o voraces en su deseo de poseer, se da, naturalmente, por supuesto. Esta aportación económica al poseedor «legítimo» de los artículos de primera necesidad no se detiene ante ningún límite justo, sino que tiene por objeto un robo total de todo y a todos a favor de una acumulación de ulteriores cantidades de riqueza a los pies de estos seres con «fuertes codos», mediante lo cual se pueden poner en práctica nuevos y todavía más drásticos robos. Que esta relación tuvo que llevar a millones de otros seres de la sociedad de hombres terrenos a la pobreza, miseria, indigencia y muerte por hambre es, desde hace tiempo, un hecho inalterable. No es tan extraño que estos seres clamen a Dios pidiéndole el pan de cada día. Que esta oración está en contacto con la voluntad divina también se convierte en un hecho por la circunstancia de que esta misma voluntad divina hace tiempo que ya ha comenzado a abolir esta relación desdichada con respecto a los artículos de primera necesidad y su repartición. Han surgido gobiernos, administraciones estatales y autoridades que se ocupan de la administración de los bienes, y el acceso a los artículos de primera necesidad está cada vez más bajo control. Se crean leyes para proteger al débil y con codos menos fuertes contra el robo y hurto, camuflado en forma de «negocio legítimo» del voraz de codos fuertes. Que esta evolución de los gobiernos o autoridades estatales no tiene que detenerse antes de que hayan alcanzado una posición tal, que le garanticen totalmente a cada hombre el mismo acceso a los ineludibles artículos de primera necesidad e impidan, tanto cualquier forma de pobreza material, hambre y miseria, como cualquier forma perjudicial para la sociedad de acceso al despilfarro, desenfreno u otra forma de abuso de los bienes físicos o materias, es, claro está, un ideal que, cada vez de manera más firme, es el fundamento de todos los movimientos políticos modernos y de todas las luchas políticas actuales. Sí, la voluntad divina está creando una fuerte atención a la quinta concentración de pensamientos del «Padre nuestro».
      Pedir, así pues, en su oración el pan de cada día no es sólo pedirle exactamente a Dios una ayuda inmediata en una situación física surgida repentinamente, en la que el acceso a la ayuda por otro camino aparentemente no es posible y en la que una oración así está en alto grado en su lugar, sino que en su naturaleza cósmica, profunda también es poner la voluntad del que ora totalmente en contacto con la alta voluntad divina por lo que se refiere a la creación del sistema social perfecto o el establecimiento del auténtico reino humano en la Tierra.


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